Lo que está pasando en Cataluña me entristece y me da vergüenza. Katalanischer Zirkus dice Die Welt en Alemania, y Le Dauphiné Liberé de Francia titula: El circo de Puigdemont pasa por Bruselas. No son los únicos. Los separatistas querían internacionalizar el conflicto y lo que han internacionalizado es el ridículo. Su líder me recuerda al barón de Munchausen, que en el siglo XVIII contaba mentiras insólitas como viajar sobre una bala de cañón o salvarse de un pantano tirando hacia arriba de su propia coleta, algo que podría serle útil a Iglesias para zafarse de las ciénagas en que se mete. Como la estupidez de hablar ahora de presos políticos. Si eso se lo han enseñado en la universidad, debería pedir que le devolvieran el dinero. Rudolph Raspe hizo con esas mentiras de Munchausen un libro y Monty Python una divertida película. Las aventuras de Puigdemont amenazan con superarlas, aunque sin toques literarios y con un tufo delictivo y carcelario que aquéllas nunca tuvieron.

Confieso que estoy harto y hago mío el chiste de que "como me hables de Cataluña, ¡te saco el álbum con las fotos de mi boda!". Ya está bien. Este país, España, tiene problemas de verdad como el desempleo, el terrorismo, la elevada tasa de paro juvenil, el mileurismo... por citar solo algunos especialmente graves, además participar en el proceso de reconstrucción europea para asegurar que nuestros intereses son tomados en consideración. Esos son problemas serios y no el narcisismo paleto que es marca de los nacionalistas y que ya fue execrado por gentes como Stefan Zweig o Albert Einstein como algo funesto que no ha dejado de provocar conflictos desde que nació con el siglo XIX. Y la verdad es que no se qué hace todavía en el siglo XXI. El nacionalismo hoy es como conducir marcha atrás con la vista en el retrovisor.

Pero si el nacionalismo llenó de muertos Europa en el siglo XX y fue una tragedia, lo de Cataluña ahora es una tragicomedia en la que predominan los ribetes ridículos, eso que no se si Prat o Tarradellas decían que había que evitar por encima de todo. ¿En qué cabeza sensata cabe intentar la independencia con una exigua mayoría parlamentaria, que ni siquiera lo es social? ¡Hay que ser muy fanático para querer imponer los puntos de vista propios a la otra mitad! Y encima hacerlo desde el Govern violando todas las leyes, desde la Constitución hasta el Estatut, en las que descansa su propia legitimidad y pasándose por el forro las advertencias de los asesores legales del Parlament. Ya sé, hay que romper huevos para hacer una tortilla. Pero los huevos están para eso y las leyes están para cumplirlas y en su caso para reformarlas por las vías legales y nunca para violarlas. No es lo mismo. Y luego afirman con desfachatez que lo que hacen es democrático como si pudiera serlo violar la ley. Me llaman amigos desde Europa y Estados Unidos y no se pueden creer que alguien diga ese disparate.

El gobierno del Kurdistán iraquí ha convocado en septiembre un referéndum de independencia que ganó por noventa y tropecientos por ciento porque los kurdos que se oponían lo boicotearon. Nadie ha reconocido esa independencia y el presidente Barzani ha tenido la dignidad de dimitir en lugar de fugarse a Bruselas. Que un señor kurdo de la guerra de lecciones de dignidad es grave porque hoy los chistes pintan a Puigdemont como el Mannenken Pis, lo que es ligeramente mejor que si se hubiera fugado a Copenhague (los independentistas dicen que Cataluña sería «la Dinamarca del Mediterráneo») porque entonces le pondrían el cuerpo de la Sirenita, que yo creo que con esos pelos le favorecería menos. El ridículo de nuevo. Guy Verhofstadt añade que tampoco es correcto dibujarle como Tintin porque éste «siempre encuentra soluciones para las aventuras en la que se encuentra, mientras que Puigdemont ha dejado a Cataluña devastada y en el caos». Tiene razón. Y yo estoy harto porque recibo al día tantos chistes sobre Puigdemont que se me acaban las baterías del móvil a media tarde.

Es difícil hacer tanto destrozo en tan poco tiempo. La política sectaria y partidista de Govern de la Generalitat, que se supone que sirve a todos los catalanes, ha dividido a la sociedad y luego Omnium y ANC han movilizado la calle contra del Estado con el eficaz apoyo de medios de comunicación (TV3) y de los Mossos, que se suponen también de todos pero no lo son. Además, el Govern ha introducido en la vida catalana una inseguridad jurídica de tal calibre que ya son casi 2000 la empresas que han abandonado la región hacia otros lugares más seguros de España. Es verdad que en Cataluña hay más de 600.000 empresas y en comparación 1800 son pocas... si no fuera porque representan el 40% del PIB catalán, que será ahora más pobre porque arrastrarán a otras más pequeñas y se llevarán oportunidades de negocio fuera de Cataluña. Esto ha sucedido porque el Govern ha mentido al decir que una Cataluña independiente seguirá en la Unión Europea y en el Euro sin entender que las empresas no comulgan con ruedas de molino, como los independentistas que se dejan engañar. Allá ellos. Y porque, finalmente, para ser independiente los demás tienen que creérselo y nadie, ni un solo país ha apoyado esta locura. Otra mentira. Y no contento, ahora Puigdemont abandona a los suyos, complicando su situación procesal, y se escapa a Bruselas como «President del Govern legitim de Catalunya» para acusar a España de falta de libertad mientras al mismo tiempo acepta las elecciones convocadas por Madrid el 21 de diciembre. Esto es una locura. No hay quién de más.

En un país democrático, aplicar la Constitución no es una opción sino una obligación y a nadie debe extrañar lo que ocurre porque en España hay separación de poderes y nadie está por encima de la ley. No creo que las elecciones autonómicas catalanas vayan a dar un Parlament muy diferente. Solo espero y deseo que los salgan elegidos sean más sensatos y dejen de hacer el ridículo.

*Jorge Dezcállar es diplomático