David Cornwell, más conocido como John Le Carré, no se anda con pelos en la lengua a la hora de criticar al país para el que trabajó como espía antes de dedicarse con enorme éxito a la literatura.

El creador de George Smiley, que a sus 86 años bien llevados se propone seguir escribiendo novelas, se dice harto de la hipocresía de la clase dirigente de su país.

Harto de los efectos antisociales de la política de los Gobiernos tories, podría votar, según explica al semanario Der Spiegel, al laborista Jeremy Corbyn en la próxima cita electoral.

Es cierto que al mismo tiempo expresa su esperanza de que el laborismo se deshaga de «sus marxistas antediluvianos» y vuelva a ser «el partido honorable y razonable» que fue un día.

Lo urgente para él es «encontrar una vía para que en nuestra sociedad no coexistan una riqueza y una pobreza ambas ridículas», explica.

«Deberíamos acabar con los internados privados de forma que mis bisnietos puedan ir a la misma escuela que el hijo de un carnicero», agrega el autor de El espía que surgió del frío.

Actualmente, critica, sólo el 8 por ciento de los británicos asisten a alguna escuela privada mientras que quienes han estudiado en ellas representan el 60 por ciento de la administración del Estado.

Los «internados son la maldición de la Gran Bretaña; de ellos salen esos Boris Johnsons que arruinan a nuestro país», denuncia el autor en referencia al actual ministro de Exteriores y mendaz propagandista del brexit.

«Son gente que no tienen ya relación alguna con sus padres, emocionalmente congelados desde la infancia y que trasladan esa frialdad a todo el país. Es un sistema fallido», afirma tajante.´

Cosmopolita por profesión y europeísta convencido, John Le Carré señala que sus compatriotas «no entienden nada de lo que es Europa».

«Nueve de cada diez británicos creen hoy que ganamos sin ayuda de nadie las dos guerras mundiales. Nada saben de la suerte corrida por los polacos, de las víctimas que soportó Rusia», critica.

Es incomprensible para él que los británicos hayan decidido abandonar «la mayor alianza comercial del mundo pese a que somos su segunda potencia económica tras Alemania».

Y ello con la esperanza de «apoyarnos en el hombro de Donald Trump, alguien que si en otros casos no tiende a la claridad, en ese punto es muy claro: no está dispuesto a salvar a nadie».