Me llamo Marina*. Desde hace unas semanas vivo por mi cuenta, con mis hijos. Sin embargo, a principios de este año tuve que entrar en el piso de Málaga Acoge. Sentía miedo, incertidumbre. Estaba sola, sin trabajo, y era la primera vez que vivía una experiencia así. No sabía qué iba a pasar, ni si sería capaz de salir adelante.

Durante este tiempo Málaga Acoge me ha apoyado mucho a mí y a mis hijos. Para encontrar trabajo hice un curso de formación que organizaba la asociación. Cuando terminé las prácticas empecé a enviar currículums todos los días y me llamaron rápido de una empresa. Porque el salir adelante también depende mucho de una misma. Ellos me dieron las herramientas para aprender y yo las puse en práctica. Ahora tengo un empleo con un horario con el que puedo ocuparme bien de mis niños y tengo buena relación con las compañeras del trabajo. Yo fui la primera que entró en el piso. Aunque había tres habitaciones, dormía junto a mis hijos en una cama grande. Después llegó Elena, una mujer mayor, sola, muy ordenada y recta. Y más tarde Lucía, con sus hijos, que se llevaron muy bien con los míos. La convivencia con las otras familias ha sido buena aunque claro que había días que nos levantábamos la tres con los cables cruzados, en silencio, pero al siguiente éramos puras risas.

Cada miércoles o jueves había reuniones en el piso con gente de Málaga Acoge para hablar sobre cómo había ido la semana y los conflictos que podían haber surgido. Clara nos orientaba sobre cómo resolver problemas con nuestros hijos e hijas. Cuando venía Carlos siempre hacíamos actividades. Me encantaba: Un día las madres nos vendamos los ojos e hicimos de guías de nuestros niños por el pasillo, orientándoles sin tocarlos, sólo con la voz, para evitar que se chocasen con las paredes. Después intercambiamos las vendas. Todo para hacernos ver la responsabilidad que tenemos ante ellos.

El piso ha sido una bendición. He notado muchísimo cambio en mis hijos. Llegamos desde otra localidad en la que el mayor se negaba a ir al colegio. Había días en que me lo tenía que llevar al trabajo porque lloraba por no querer ir. Cuando vine al piso imaginaba que le costaría cambiar de sitio e ir a una escuela nueva. Por las tardes estuvo yendo a horas de refuerzo escolar en la asociación. Ahora está tranquilo y muy contento, la verdad. Y por nada del mundo se cambiaría de clase.

En las actividades de Málaga Acoge he podido conocer a otras mujeres. Me encantaría hacer algún tipo de voluntariado. Por ejemplo cuidar niños de madres que estén solas y que se vean en la misma situación que yo, teniéndolos que dejar para ir a trabajar los fines de semana.

También estoy loca por volver a estudiar. Cuando dejé la ESO en mi país me faltaba sólo un año para empezar la Universidad. Ahora he pensado que mejor que seguir prefiero empezar de nuevo para refrescar la mente. Quiero hacer además un curso de manicura. Lo veo como una buena salida para sacar algo más de dinero. Ahora estoy con muchas cosas en la cabeza después de todas las dificultades que he pasado. Vivir en el piso me ha servido muchísimo. Tengo una vida normal. Ya no tengo miedo.

*Marina es el nombre ficticio de una mujer víctima de violencia de género que ha vivido ocho meses en un piso que Málaga Acoge mantiene en el marco de un proyecto de acogida.