El otro día, después de desayunar en el Doña Mariquita, dos cafés, tres churros, cuatro periódicos, fui a comprar lotería con esa desgana que a veces le ponemos a las cosas que pueden radicalmente cambiarnos la vida a mejor. O cambiarnos a mejor la vida radicalmente.

Adquirí un décimo y di un paseo pensando en eso: en dónde colocar los adverbios terminados en mente, que lastran la prosa pero están ahí, tienen derecho a la vida y a entrar de cuando en cuando en las columnas. Totalmente. Radicalmente. Inicial o finalmente. Con tanto mente y tanta mente quedé un poco astragado, como espeso, algo así como si los churros se me hubiesen alojado en el cerebro y no en el estómago, si bien, todo el mundo lo sabe, sobre todo el cinturón, que se queda corto, los churros donde se alojan es en la cintura o barrigamen. Cosa sabia es dosificarlos o no organizarse un almuerzo obispal cuando el desayuno ha sido copioso. En estas estaba cuando me encontré a un torero.

-Cómo sabes que era un torero

-No, por los andares, la planta, las hechuras? la montera, el traje de luces y el capote.

A ver si va a haber un toro cerca, me dije, que estoy yo como para correr ahora, con los churros en danza y la pesadez que siento. Pero fue doblar una esquina (la expresión doblar una esquina tiene por sí misma un artículo) y encontrarme con un nota con levita y bombín. Y una flamenca. Y un nota vestido de bandolero. Joder, a ver si me he metido por una puerta del Ministerio del Tiempo y no me he dado cuenta, pensé sagazmente. O sea, otra vez un adverbio terminado en mente.

Quise salir de mi asombro pero me retiraron por dos meses el carné de salir de los asombros hace una semana, en un control de alcoholemia. Me había tomado un calimocho, pero como el guardia no salía de su asombro, tomó la cosa como que yo tampoco debería salir de mis asombros, y así estoy, que no salgo de mi asombro ni queriendo.

En fin, la cosa es que había un rodaje. La Málaga Film Office ha atendido hasta octubre 380 proyectos, de los que se han llegado a rodar 160, generando una inversión económica de 1,8 millones de euros. Las series Black Mirror y Genius, así como el interés de Ridley Scott de localizar su próximo largometraje, The Cartel, aquí son buenos ejemplos del interés cinematográfico por la ciudad. Así que si va usted por la calle y ve un Picasso, un picador, un policía qué sé yo, del siglo de la castaña, no se asuste, no lo tome por excentricidad de los paisanos. Sepa que Málaga está de moda también como gran plató. Tal vez ahora en su calle estén ambientando la escena de un crimen, de una declaración amatoria, de un debate parlamentario decimonónico o rodando planos de su avenida favorita en la que tendrá lugar una persecución automovilística entre buenos y malos. Bendita industria la del cine. Málaga como protagonista. Málaga de cine. Se respira celuloide. Lo cual es digno de asombro. No se salgan de él. Compre lotería. Y anímese a no ser un secundario. Principalmente.