Hay unos 300 chavales de esa edad en la sala grande de los cines El Prado. Miran sorprendentemente atentos una de las películas que el Jurado del 16º Festival CineHorizontes de Marsella tenemos que puntuar. La Reconquista, de Jonás Trueba, la presentó él mismo en el malagueño cine Albéniz hace un mes y poco. El realizador había pasado por la Sección Oficial del Festival de Málaga con su anterior film, Los exiliados románticos, rodado, precisamente, en Francia, desde donde ahora escribo. Y lo hago en el ordenador portátil de Fiorella Faltoyano, un modelo casi plano y elegante que certifica con su lujosa esbeltez cuánto la quiere quien se lo regaló, el cultísimo cineasta Fernando Méndez Leite.

Fiorella

He salido corriendo del cine, entre proyección y proyección, para enviar esto desde el hotel al periódico. Escribo aún con el recuerdo emocionado de esa historia quieta y suave de Jonás que nos ha devuelto a los besos a los 15 años, a ir por el parque cogidos de la mano, a los libros, a la magdalena de Proust ya sin magdalena y sin Proust, pero con su sabor en la boca del estómago, como un cálido puñetazo que nos advierte de lo soñado, lo luego vivido, lo por vivir y, sobre todo, lo sentido en este viaje. Un viaje que no hay que vivir como si fuera un simulacro, tal lo canta Rafael Berrio en una de las canciones de la película. Fiorella, también jurada, ha vuelto a aprobar con su charla tras la proyección de Asignatura Pendiente, la todavía necesaria película que Garci dirigió en 1977 (el mismo año del 4 de diciembre malagueño aún, sin embargo, pendiente). Si las memorias de Fiorella se titulan Aprobé en septiembre, aquí, en Marsella, lo ha vuelto a hacer en noviembre. Aquí, donde está el castillo de If, la terrible prisión desde la que se arrojó al mar Edmundo Dantés, al mismo mar que tiene Málaga, por cierto. Fiorella se ha convertido en mi Mercedes de Dantés, y yo en su rendido presidente, que no conde, de Montecristo, seducido por su inteligente, hermosa, vívida mirada, y por su ordenador.

CineHorizontes 2017

Por la mañana leí mientras desayunaba, desentrañando frases en francés en el diario Le Figaro que había en el restaurante, que el mundial de rugby se jugará en Marsella. Conectado al ordenador de Fiorella leo ahora en internet que la Copa de la Reina de balonmano se jugará en Málaga. Me alegro mucho por las estupendas chicas del equipo malagueño, que fueron agasajadas en los últimos premios de La Opinión, porque seguro que con ese estímulo volverán a hacer un papel formidable y en su tierra. Cataluña también sale en los periódicos franceses, claro. Al generoso interés por la cultura española que demuestran los organizadores y asistentes a CineHorizontes también le afecta el asunto en las conversaciones que mantenemos. Las dos niñas catalanas que protagonizan Verano 1993 también llenaron la sala. Verano es la tierna película que hemos visto fuera de concurso en catalán subtitulada en francés y que, como saben, ganó en el Festival de Málaga y ha seleccionado España como representante de nuestro cine a mejor película extranjera para los Oscar (el país opresor tiene estas cosas, que dirían los independentistas). Y también resulta difícil sacárselas de la cabeza.

Málaga desde Marsella

Revisar el periódico desde el ordenador de Fiorella me trae el eco de mi ciudad, fundido con el gélido eco marsellés que entra por la ventana abierta de la habitación 610. Me lleva a Málaga con los profesores de la UMA que han firmado contra la construcción de ese rascacielos en el puerto, con la noticia feliz de que los bomberos han liberado a la niña que se quedó atrapada en una guardería de La Palmilla; con la de que mi querido Antonio Garrido Moraga ya está en planta, recuperándose poco a poco del ictus que le llevó de Urgencias al hospital. Aquí el eco aún lleva gritos de la manifestación contra la reforma del llamado Código Laboral que promueve el gobierno de Macron, a nivel nacional; y a nivel local por el eco de la risa de Juan Diego, agasajado por este Festival y por el delegado de Cultura de esta ciudad. Se han visto en Marsella dos películas suyas, Incierta gloria de Agustí Villaronga y No sé decir adiós de Lino Escalera. La primera también es una peli catalana y la segunda, una dura y muy adulta historia terminal, está rodada al alimón en Barcelona y Almería porque la lógica no entiende de fronteras. Ni el sentido común de entrevistas en la televisión rusa pidiendo democracia en España, como leo que ha hecho el republicano monarca en el exilio, Puigdemont Iº de Bélgica.

Nuestra Señora de la Guarda

Mirando cómo tiene que aguantar que le laven a diario el culo el valiente protagonista discapacitado de la película Vivir y otras ficciones, del director Jo Sol, ante tanta irresponsabilidad independentista me encomiendo a Notre Dame de la Garde, la patrona de los pescadores de esta ciudad… Porque hoy es sábado.