Hubo una época de derbis madrileños teñidos de rojiblanco, en los que la batalla comenzaba a declinarse por la superioridad del Atlético del Cholo Simeone en la zona de máquinas. Mayor presencia y músculo condicionaban cada partido hasta que Zinedine Zidane dio un giro con la entrada de Isco Alarcón.

El primer derbi del Wanda Metropolitano, el de máxima necesidad para los dos grandes de la capital, llega con un futbolista en estado de gracia. Isco es la gran atracción en cuanto a momento futbolístico de un Real Madrid que busca la regularidad perdida que le impulsó a sus grandes éxitos el pasado curso.

Sintiendo la confianza de Zidane, beneficiándose de las largas ausencias por lesión del galés Gareth Bale para tener esa continuidad que deseaba Isco y que le ha impulsado a dar ese salto final a la excelencia con regularidad.

La magia del malagueño y el liderazgo que está ejerciendo en el juego del Real Madrid, le convierten en el principal referente madridista a la espera de la resurrección de la pegada liguera de Cristiano Ronaldo y Karim Benzema.

Por eso, el corazón madridista se encogió cuando en el partido de la selección española en La Rosaleda ante Costa Rica, una durísima entrada ponía fin a la exhibición de Isco en su regreso a casa jugando de local. Cuando más disfrutaba, la patada fuera de lugar en un amistoso, le mandó al banquillo y le impidió viajar a Rusia. Su evolución ha sido positiva y será titular en el Metropolitano para permitir a Zidane cumplir su plan táctico. A día de hoy su equipo es Isco y diez más.

Muchos señalarán a la ausencia de Bale el cambio, pero es cierto que con Zidane el Real Madrid se ha movido con fluidez entre varios sistemas. El 1-4-3-3 dejó de ser inamovible como en el pasado y el 1-4-4-2 con rombo e Isco en el vértice, impulsó a un mayor dominio de los partidos con posesión y a un fútbol de mayor brillantez.

Aumentar en un integrante el centro del campo madridista y dotar a Isco de libertad de movimiento para añadir al trabajo defensivo que hacía en posiciones donde estaba más incómodo, la opción de aparecer en fase ofensiva por donde vea debilidades del rival, fue un punto clave para cambiar las tornas en el derbi capitalino.

Así llegaron dos exhibiciones de Isco en las dos últimas visitas madridistas al Vicente Calderón. Una en Liga, hace justo un año en un 19 de noviembre, cuando Cristiano Ronaldo puso los goles, hasta tres, e Isco el fútbol para el golpe madridista (0-3). El malagueño aprovechaba su posición para generar desequilibrio y ser la mejor fuente de fútbol para que el portugués resolviera con contundencia en el remate.

Posteriormente, el 10 de mayo en el partido de vuelta de las semifinales de la Liga de Campeones que el caprichoso destino quiso de nuevo un cruce madrileño para la despedida definitiva del Calderón, el partido de Isco lo culminó con el gol que apagaba el incendio.

El Atlético reaccionaba con coraje a la derrota del Bernabéu, marcaba dos goles en cuarto de hora para acariciar la proeza, pero la jugada para la historia de Karim Benzema, pegado a línea de fondo, la transformaba en gol Isco. Pocos se acordarán del autor del tanto, pero culminaba un papel clave de un futbolista en el reciente éxito madridista y premiaba el movimiento táctico de Zidane.