El Real Madrid, tras el empate del Wanda Metropolitano, complica aún más las opciones de revalidar al título, a 10 puntos del Barcelona tras disputarse tan sólo 12 jornadas. El nuevo reto para los jugadores de Zinedine Zidane es remontar una distancia que nadie dio la vuelta en la historia de la Liga. Deberá hacerlo en el peor momento que se recuerde de la delantera blanca. Ni un solo intento de disparo del «9» del Real Madrid, un Karim Benzema que en esta ocasión tampoco aportó en otras facetas en las que habitualmente se apoya para maquillar su falta de gol. Sumada a la ansiedad de Cristiano Ronaldo, atenazado por marcar un solo tanto en Liga y acelerado en las ocasiones de las que dispuso, el equipo de Zidane echa en falta los goles de sus referentes. El portugués está sin chispa, como se vio en una carrera con Juanfran en los primeros compases, que de haber ganado le habría dejado mano a mano con Oblak; y lento en el remate, como cerró el partido en una clara oportunidad de asestar un golpe en los últimos segundos cuando una acción de Marco Asensio la controló mal y chutó tarde. 365 minutos sin marcar es una losa.

No todo son sombras para Zidane. Hasta diez robos de balón realizó Casemiro, dando una lección de colocación y conocimiento del juego, manteniendo siempre el equilibrio del Real Madrid gracias a su sentido táctico. Las coberturas a sus compañeros fueron clave para la estabilidad defensiva. Sin Sergio Ramos en la segunda parte, asumió el liderazgo en cuanto a capacidad de mando y carácter en los duelos, siempre listo para ir a la batalla.

Un partido más Marcelo estuvo alejado de su verdadera identidad. No le faltó voluntad ni esfuerzo en el intento de corregir su fragilidad defensiva con continuas incorporaciones ofensivas que no dejaron centros de peligro. Con el balón estuvo muy desacertado, con 27 pérdidas que acusó el conjunto madridista. Según mejora su físico su influencia en el juego irá regresando a su origen. Fue un arma que quiso explotar Zidane en ataque sin el resultado esperado por falta de precisión.

El fútbol del Real Madrid ha pasado a tener una excesiva dependencia de Isco, el futbolista con más magia que de cada acción deja un detalle de calidad y tira de personalidad para ser el gran referente y echarse a su equipo a las espaldas. Dio 69 pases buenos de 78 intentos y los incompletos llegaron en la zona de peligro, donde no estuvo respaldado por los dos puntas, y le faltó esa brillantez que le suele acompañar.

Salió airoso del Wanda Metropolitano el portero Kiko Casilla, que se sometía a un examen en un gran partido y apenas tuvo trabajo gracias a la seguridad defensiva de sus compañeros. Sin tiros a puerta estuvo rápido en dos salidas para tapar espacios a Correa y Gameiro en las acciones más claras de gol del Atlético y firme por alto. Salvo Marcelo, al que buscaron en superioridad numérica y le ganaron la espalda en más de una ocasión, el resto de la defensa blanca se mantuvo firme. El regreso de Dani Carvajal aumentó la sensación de seguridad, Varane estuvo sobrio tras comenzar con un grave error y Nacho ayudó a no añorar la figura de Sergio Ramos tras su lesión. Faltó el gol y por segundo partido en la «era Zidane», el Real Madrid no marcó.

Tardó 76 minutos Zinedine Zidane en hacer un cambio que modificase el panorama y aportase en el aspecto ofensivo algo que no conseguían los jugadores que estaban sobre el campo. El del descanso fue obligado, por la lesión de Sergio Ramos, y nada hizo cambiar la idea inicial, ni los minutos de arreones rojiblancos en el segundo acto impulsaron una reacción desde el banquillo. Entró tarde Marco Asensio, a falta de 14 minutos para el final, y se quedó un tercer cambio sin hacer que muestra la falta de confianza en la actual segunda unidad del técnico francés.