Los escenarios tienen alma. ¿Por qué no iban a tenerla? El alma de cada escenario es la media aritmética de las almas que lo componen. Precisamente por esa razón nuestro escenario actual es cecuciente, porque sus almas vamos de la ceguera total a la vista larga, esta última más en el sentido de la picaresca del Lazarillo que en el de la visión verdadera. Mi amigo Paco, un François belga de izquierdas, según él, que se declara gadita desde hace más de 45 años, me lo recordó anteanoche.

Por las venas de Paco corre sangre noble; sangre de rancio abolengo mantenida primorosamente incólume durante más de cinco siglos. Cuando nos vemos critica mi acento, porque es poco gaditano, según él. Y tiene razón. Hasta que me acostumbré, cada encuentro era una regañina:

--¡No me llames François, carajote, que me llamo Paco. Y, entérate, picha, yo, aunque nací en Charleroi, soy gadita. Y por Cai, mato y muero, como la Belén por su Andreita...!

Paco nunca anochece, sino que amanece a las nueve de la noche todos los días del año. Según él, todas las noches le da dos vueltas a cada garito nocturno bruselense y ninguna noche duerme solo, porque las belgas tienen una especial debilidad libidinosa por los gaditas de pura cepa, como él. Y, visto lo visto, lo creo.

Pues eso, que Paco, educado para ser noble como es, y preocupado por la realidad que conforma el orbe, anoche me invitó a meditar sobre los distintos escenarios sociales. Y, obviamente más pronto que tarde apareció Catalunya, que en estos días está a tiro de piedra de Bélgica. Después de casi una hora cataluñizando hube de marcharme, porque uno, que no es noble de sangre, está obligado a tempranear cada amanecer. Pero antes de marcharme, Paco me pidió un titular sobre lo acaecido con Catalunya. Y se lo di: Locura, torpeza y escapismo, fue mi titular.

--Paco, --le dije-- en este asunto solo hay tres argumentos posibles: primero, la incomprensible e inaceptable vesania de don Carles, que es un hecho probado. Segundo, la respuesta torpe y escapista de todos los escenarios políticos posibles, que no eran pocos, de don Mariano, que es otro hecho probado. Y, finalmente, el tercero, que es el correcto, que nunca llegó a ocurrir, y que, aunque no hubiera sido brillante, al menos habría sido menos impropio, menos bochornoso y menos desajustado. Cualquier argumento ausente de locura, de torpeza y de escapismo político habría sido un argumento aceptable para llegar a la situación de presente sin el desgaste habido --y por haber-- en la sociedad catalana y en las respectivas marcas de Catalunya y España. El escenario manifiestamente contrahecho del ´duelo al amanecer´ ha verificado la absoluta carencia de temple político y de acuidad y lucidez a las que estaban y siguen estando obligados todos los actores de la obra.

Paco se mantuvo serio y circunspecto mientras me escuchaba sin interrumpir, y así permaneció hasta segundos después de mi alegato, que exclamó con tristeza:

--Si fueran de Cai no habría ocurrío...

Enorme la cadicidad de este François belga que quiere llamarse Paco y ser de Cádiz, cuya nobleza de alma supera con creces a la de su sangre. Y puede que tenga razón, si don Mariano y don Carles fueran de Cádiz es posible que la cosa hubiera rodado hacia escenarios menos desfavorables...

Hay veces, quizá demasiadas, en las que la falta de brillantez de los escenarios, además de a su carácter cecuciente, obedece a esa especie de vicio pandémico que se propaga empujando al personal al figureo sedicente más peligroso. Cuando el interfecto de turno justifica sus actos «porque soy el presidente», da igual si lo es de Catalunya, de España, de Villanueva del Arzobispo o del exoplaneta Ros 122 b: o está quintaesenciando su carrera de héroe salvador, o está escribiendo su autobiografía de villano chambón. Así de simple y así de claro. Soplar o sorber, esta es la cuestión... Y, evidentemente, mientras tanto, la historia toma nota. ¡Y con qué precisión, tú...!

Que las tribus políticas, en su sentido universal, avanzan en su proceso de fabricar ciudadanos autistas de credo descreído, cada día es más evidente, por eso, paciente lector, para las próximas elecciones, procuremos que todos los prebostes sean gaditas, como propone mi amigo François, ese belga resalado de Cádiz al que le gusta llamarse Paco.