De la Torre se ha mostrado partidario de mantener viva la idea del auditorio. Está muy bien. A las ideas hay que mantenerlas vivas. Si no, se mueren. Aunque, a decir verdad, hay ideas malas, perniciosas, que más vale que no hubieran nacido. Hace poco vi una por la calle. Me persiguió un rato. Se estaba haciendo la atractiva. Quería camelarme. Menos mal que no piqué, la deseché rápido, le di un quiebro. Era tan mala, tan mala, que incluso habría desalojado a la que tenía en ese momento en la cabeza, que era la idea de tomar café. La idea de tomar café, en horario laboral, es sagrada y respetable. De las mejores que hay. A mí no me gusta desalojarla. Se empieza desalojándola y se acaba no dando los buenos días. O te quedas de muy mal humor. Sin café, no es extraño. La idea de construir un auditorio suena bien, sobre todo a los que sueñan con que la música suene dentro de él. Aún no hemos contratado a los músicos ni ha sonado una nota pero el alcalde ya tiene el reparto de gasto. Gastar es siempre la primera actuación de un auditorio. Sería, según el regidor, diez por ciento la Diputación; 25 por ciento el Ayuntamiento; 25 por ciento la Junta y 40 por ciento el Gobierno. La novedad es la entrada de la Diputación. El presidente de este organismo no ha tardado en contestar lo que siempre contestan las diputaciones, razón tal vez por la cual lleven vivas siglo y pico: lo estudiaremos.

Los suelos para el auditorio estaban en San Andrés. El Puerto los cedió. Pasaron cinco años y le han sido devueltos. Ahora, la Autoridad Portuaria ha de decidir si los cede de nuevo o los vende. Nadie da duros a cuatro pesetas, parece que solares por la cara, tampoco. Por mucho que la idea de un auditorio suene bien. Mejor suenan los euros. Y el Puerto los necesita. Los que quieren un auditorio insisten en que otras ciudades más pequeñas lo tienen y que en Málaga no hay ninguno. Pues es una razón de peso. El hecho de que no haya auditorio es un gran argumento para que lo haya. De hecho, yo no veo otro mejor. Claro que tampoco había museos y ahora si te descuidas te abren uno en el hombro y vas por la calle con un museo a cuestas, con su cola de gente y su tienda anexa y su cafetería. Lo cual no quiere decir que nadie se vaya a poner a hacer auditorios como rosquillas, va de suyo que la idea es erigir uno con cierta voluntad icónica, no trescientos treinta y dos anodinos. Entre otras cosas porque no tenemos un ejército de melómanos. No me suena.