Estaban en misa. Cabe preguntarse si todos los presos van a misa en Soto del Real por fe o asisten como a cualquier otra actividad que les haga más liviana la rutina de estar encerrado en la cárcel. Un apuñalamiento, cualquier acto de violencia durante la celebración de un rito religioso como la eucaristía, resulta monstruoso por contradictorio y no sólo por extremo y sangriento. Pero parece que la noticia no era ésa, la del apuñalamiento en un edificio público que está bajo la responsabilidad del Ministerio del Interior. Nuestro tiempo, supongo, ya no da de sí para interesarse por un apuñalamiento entre presos dentro de la cárcel, aunque sea en el contexto de la celebración de una pacífica ceremonia religiosa, durante una misa. O el periodismo no lo considera noticia si los presos, al menos alguno de los implicados en el suceso, no son famosos. Impresionan esos hechos, pese a todo, que ocurren en una comunidad en la que no queremos mirarnos que vive intramuros, de espaldas a la sociedad, en parte porque ésta prefiere no saber nada de lo que pasa allí dentro ni tener una cárcel cerca.

Sin embargo, la noticia ha saltado a las portadas y a los sumarios de cabecera de todos los telediarios. Pero sólo por una razón: la agresión la presenció uno de los denominados ´los jordis´, en concreto el más bajito y con bigote, el expresidente de la Asamblea Nacional Catalana, Jordi Sánchez. Cabe preguntarse algunas cosas, por tanto.

¿Qué se busca al subvertir el protagonismo natural de quienes participan en un suceso desviándolo de los protagonistas del mismo -en este caso el agresor y el herido- a uno de los muchos observadores que había en la misa? ¿De verdad nos importa más la impresión recibida por el ideólogo independentista catalán que la recibida por todos los demás congregantes que fueron testigos de la agresión? Y, sobre todo, ¿nos importa más que la razón del atacante, la herida del atacado y las circunstancias de ambos? ¿En serio la noticia del apuñalamiento en Soto del Real el lunes era, en el fondo, que alguien que no había estado antes en la cárcel, o que una persona que no está acostumbrada a la prisión, que un político como Jordi Sánchez pudiese estar sufriendo más que nadie allí dentro, al haber sido testigo de un apuñalamiento en el cuello de un preso a otro? ¿Incluso más que el apuñalado, del que no sabemos absolutamente nada?

No sé si somos conscientes de lo que significa en esta era mediática poner así el foco en alguien y por qué razones inquietantemente subjetivas. A algunos nos lleva pareciendo desde hace meses insoportable la usurpación del procés del espacio dedicado a la realidad en los medios. Pero comprobar ahora que ese protagonismo anómalo y venenoso se ha inoculado en los valores del periodismo clásico, dando una noticia como si hubiese dejado de serlo sólo en un segundo plano por estar a la sombra del Jordi en cuestión, tiene dos contestaciones. O ponemos el grito en el cielo o ponemos un Jordi en nuestras vidas cuando reivindiquemos algo para que así nos hagan más caso. Joder.