Aquellos años en los que nos quejábamos del dispendio económico que suponía la espectacular iluminación navideña de la calle Larios han pasado. Ya son pocos los que se quejan de la inversión en esas bóvedas inmensas que convertían la arteria comercial en un pequeño parque de atracciones. Sí, ya nos hemos acostumbrado. Qué quieres que te diga, soy volátil en mis opiniones en torno a estas pequeñeces. La realidad me ha hecho cambiar de parecer y, claro está, aquella historia de el retorno he acabado creyéndomela. Porque es cierta. Y, qué quieres que te diga, a la iluminación navideña le pasa como a la telebasura: cuanto más estridente, mejor; más gusta.

Este año, sin embargo, la empresa encargada de disfrazar Larios de Navidad ha dado un paso que viene a dar algo más de sentido a esas bóvedas lumínicas. Se han instalado vidrieras con motivos religiosos y locales. Es decir, han construido una auténtica catedral efímera con detalles que le dan más. Ver a la Virgen de la Victoria, Patrona de Málaga, en una de esas vidrieras ha sido definitivo para que haya inclinado, definitivamente, la balanza hacia mi aceptación definitiva.

Está bien, en estos tiempos en los que desacralizamos todo habrá quien ponga el grito en el cielo por este tipo de concesiones a la religión; pero, como el décimo de la Lotería de Navidad con la Sagrada Familia que llevas en la cartera, la Navidad tiene el sentido y el trasfondo que tiene.

Una cosa es no vivirla con esas convicciones que se quedan en el ámbito de lo privado; otra es cerrar los ojos ante lo que es. Las Luz de la Navidad, con todo el sentido.