Hace muchos años una amiga me contó que una noche, mientras estaba de fiesta, se enrolló con un chico con el que ya había tonteado otras veces. Se besaron y al poco él le puso la mano sobre su pantalón haciéndole notar su erección, ella la retiró, no le apetecía hacer mas que disfrutar de sus besos y del momento especial. Al poco tiempo él volvió a hacerlo y ella se sintió mal, pero lo masturbó, no le apetecía, no quería, pero lo hizo. «No quería estropear el rollito que teníamos». Tenía 16 años, él 18 y entonces lo vivió como algo incómodo, pero sin mucha importancia. Hace poco volvimos a hablar y salió el tema de las agresiones sexuales por el caso de violación durante los Sanfermines de 2016 y me recordó aquel episodio. Me reconoció que nunca lo habló con nadie más, que le daba mucha vergüenza, que le hacía sentirse mal con ella misma por no haberlo parado, por no haber insistido en el no, por haberse dejado llevar por lo que él quería, por lo que él pudiera pensar. A él no le importó que ella no quisiera e insistió y ella, calló. Es algo bastante habitual encontrar jóvenes que defienden lo de que «lo que has empezado, lo tienes que acabar» que lo desees o no, deja de ser importante.

La violencia sexual pocas veces está sobre la mesa a pesar de que la mayoría de las mujeres han tenido alguna experiencia relacionada con ella a lo largo de su vida. Desde un «piropo» que incomoda hasta abusos, tocamientos o violaciones por parte de familiares, amigos cercanos, conocidos o desconocidos. El miedo a la violación forma parte de lo cotidiano para las mujeres: «Vuelve acompañada»; «no pases por esa calle que no está iluminada»; «no te pongas esa falda tan corta»... Y siempre desde el sentimiento de culpa, si te pasa algo, es porque tú misma no lo has evitado€ «Qué hacía esa chica a esas horas por la calle», «cómo se le ocurre ir con un chico que no conoce»; «¿cerraste bien fuerte las piernas?»

Nuestra educación machista nos lleva a muchas mujeres a desarrollar ese enorme sentimiento de culpa y la necesidad, agotadora, de complacer al otro. ¿Y ellos?, ¿y los hombres que aprenden desde esta cultura machista y patriarcal que nos envuelve? Aprenden a sentirse legitimados a satisfacer sus necesidades, a ver a la mujer como un medio de uso y disfrute propio, a creerse sabedores de lo que las mujeres quieren o necesitan€ este pensamiento es el que acompaña a los hombres que ni entienden, ni escuchan un no.

Las relaciones sexuales han de ser algo divertido y placentero para las personas que participan, para ello, ineludiblemente ha de ser libre, consciente y consentido. No es no, el silencio es no, la inconsciencia es no€ Sólo un sí, consciente y despejado de miedos es un sí.