Cada vez que España descubre la respuesta a la cuestión catalana, resulta que ha cambiado la pregunta. Este despiste puede explicar la imagen del ministro de Exteriores español, declarando a la agencia Bloomberg en Nueva York que «los referéndum son el arma favorita de los dictadores». Por si el impacto no era suficiente, Dastis remataba que «el general Franco organizó dos referéndum». Dado que Suiza ha convocado una docena de consultas a lo largo de la última década, debe tratarse de la mayor dictadura desde Atila.

Con un Gobierno así, y ante la sospechosa uniformidad de la prensa madrileña a juego, no puede sorprender una de las secuelas del independentismo catalán. Ha renacido el hábito de recurrir a la prensa internacional, como principal recurso para desentrañar las claves de la actualidad española. En su rol de experto en dictaduras, el ministro Dastis no dejaría de advertir el reflujo de un comportamiento que caracterizó a los estertores del franquismo.

La elevación del conflicto cansino entre las españas centrífuga y centrípeta a la categoría de un duelo Barça-Madrid, ha forzado a las prensas respectivas a contagiarse de los tics forofos de los medios deportivos. Al enemigo, ni agua. El que quiera matices, que cruce los Pirineos. Las cabeceras internacionales han cubierto la crisis con intensidad, y también desde alineamientos inesperados.

Por ejemplo, el ultraliberal Financial Times ha ido más allá de la tradicional simpatía de la prensa británica, aunque sea de propiedad japonesa, por cualquier proceso disolvente en el seno de la Unión Europea. Así, el diario salmón sushi subrayaba como resumen de su cobertura que «por muy conveniente que resulte pensar de otra manera, hay argumentos correctos en ambos bandos». Ningún periódico español se ha atrevido a tanto.

Mientras los columnistas interiores de sangre caliente ensayaban la gama de variaciones de «se van a enterar en el Kremlin», los líderes de opinión del exterior renunciaban muy pronto a interpretar a Rajoy. Por ejemplo, The Economist se distanciaba del Financial Times porque anteponía siempre la unidad de España, pero sin olvidar los reproches al Gobierno. En el segundo de los citados, Henry Mance parecía responder al ministro de Exteriores cuando sentenciaba que «hay algo peor que un referéndum perdido, y es un referéndum no celebrado, la policía española arrestando a quienes intentan organizar una votación, y un país que no puede ni siquiera afrontar esta discusión porque el solo debate violaría la Constitución».

Le Monde no es un periódico conservador, pero el jacobinismo genético le ha impulsado a ataques contra el separatismo de una visceralidad que retumbaba en su libro de estilo. En su honor, presagió los términos en que se produciría el aplastamiento. Vuelve a demostrarse que las posiciones de la prensa internacional no se han correspondido con la izquierda y la derecha, salvo en la jornada de las cargas policiales. A mediodía del primer día y domingo de octubre, el sensacionalista alemán Bild Zeitung abría a mediodía con un lineal pero efectivo «Balas de goma contra los votantes»". Sintetizaba el estado de ánimo mundial ante el mayor error del Gobierno.

Raphael Minder en el New York Times del dramático editorial «Caos en Cataluña», Michael Stothard y Gideon Rachman en el Financial Times, o Sandrine Morel en Le Monde, se han convertido en nombres familiares para los lectores españoles ávidos de visiones distanciadas de la hoguera. La atención era compartida en el resto del continente. A menudo, el escalafón de Libération mostraba más de dos noticias referidas a Cataluña entre las diez más leídas de todo el periódico. Este diario francés publicó una portada con el Rey de España cabeza abajo que hubiera enardecido a la fiscalía.

La súbita pacificación que siguió a la convocatoria de elecciones y al encarcelamiento del Govern fue encajada por la prensa internacional sin rechistar. Se limitó a variar la orientación de sus cañones. Así, el izquierdista británico The Guardian ha sido la plataforma habitual de los artículos de líderes independentistas. Sin embargo, su entrevista del pasado miércoles con Inés Arrimadas se queda a un paso de proclamarla presidenta de la Generalitat. En clave interna, sorprende que la candidata de Ciudadanos hable mucho menos de su supuesto jefe Albert Rivera que de Emmanuel Macron, a quien profesa devoción y anhelos de equiparación. Excepto los libros, del más intelectual de los gobernantes europeos.