Sucedió el pasado lunes. La viceportavoz de Málaga para la Gente, Remedios Ramos, propuso de viva voz, en una moción sobre el asesinato de Manuel José García Caparrós, renombrar la avenida de Carlos Haya como «4 de diciembre de 1977», día en el que fue asesinado por una bala de la policía el joven sindicalista de CCOO. Su propuesta se incluyó como segundo punto de la moción y luego todo los representantes de los partidos en la Comisión de Derechos Sociales le dieron el sí quiero a la propuesta de Málaga para la Gente. Después llegó el lío. Representantes de otros partidos dijeron que no se había votado lo que se votó y una concejal llegó a acusar a Ramos de «mala fe». Todo con tal de no bajarse del burro y reconocer que fue un simple error y que no están de acuerdo con cambiarle el nombre a esa arteria. Además, se trata de una decisión que no es de obligado cumplimiento y que se puede subsanar en el pleno, como de hecho se hizo el jueves. Yo informé de la votación y hubo incluso quien dudó de esa información, gente que enredó por detrás para matar al mensajero -como siempre- y otros que directamente se chotearon de los votos emitidos en la mañana del lunes pasado. La pregunta es clara: ¿en qué estaban pensando cuando Ramos hizo su propuesta? ¿Había tal vez algo más importante fuera del salón de plenos para nuestros concejales? ¿Se escucha al compañero, y a la vez adversario político, cuando se plantean propuestas? Y, sobre todo, ¿tan complicado es reconocer un error sin trascendencia que puede enmendarse en el próximo pleno? Si no fuera una corporación municipal diría que parecen trolls de Twitter, como esos arquitectos que en vez de defender sus ideas sobre la Torre del Puerto se dedican a decirle de todo a los periodistas, buscando demandas para encubrir su incapacidad para diseñar hasta el bordillo de la acera que rodea su casa. Yo ya me he bajado de ese tren tuitero, porque a veces uno llega a confundir la realidad cibernética con el deseo, que diría un Cernuda redivivo. Hay en esta ciudad una tendencia a la indignación que se torna al instante en mala leche tuitera o facebooquera, como si disentir con respeto fuera una cualidad propia de ascetas. O ir dando lecciones de todo a todos sin saber nada de nada. Yo no presumo de saberlo todo, sólo informo de lo que ocurre de la mejor forma que sé y a veces la mejor forma es mirar un simple vídeo y ver que lo que ocurrió, ocurrió y se votó lo que se votó. Y no pasa nada, porque se puede volver a votar. Puesto a pesar las cosas en la balanza, me preocupa más, por ejemplo, que Los Asperones sigan como están o que aún no sepamos qué carajo vamos a hacer con Limasa. Espero que cuando se proponga algo de eso en el pleno se escuche al compañero. Más que nada porque para eso están, para tomar decisiones.