Felipe González le habla sonriente y él, con semblante de cierta preocupación, mira hacia abajo, leyendo. Quizá alguna cláusula del acuerdo pesquero hispano-marroquí que se ratificó en un bronco debate en el hemiciclo, un acuerdo con cuyos desacuerdos durante años algunos hemos crecido como eco político de fondo. El instante capturado por Marisa Flórez, histórica fotógrafa del Congreso, les congeló a los dos en sus escaños. Ambos tenían un pelazo y él la barba aún oscura. Corría el año de 1978, pero aún no era tal día como ayer en que se conmemoró el 39 aniversario de la, ahora dicen que cansada, Constitución española.

En otra foto (que le hizo cuando le pilló dormido el reportero García Francés), se le ve con traje y corbata mientras reposa la cabeza en el puño izquierdo y tiene los pies cruzados sobre el ventanal de su despacho, en Bruselas. Es madrugada y las negociaciones para la integración de España en el club europeo recaen donde más hay que bregarse sobre sus cansadas espaldas. Era la década de los 80 y ocupaba la Secretaría de Estado para las Relaciones con la entonces llamada Comunidad Económica Europea.

La siguiente foto, es lógico, está tomada el 12 de junio de 1985. En ella se le ve firmando la entrada de España en la CEE junto a Fernando Morán, quien sería su ministro de Exteriores sólo un mes más. El socialista Morán estaba casado con la hermana del expresidente popular Leopoldo Calvo Sotelo. Fue un ministro intelectual, ya entonces con cierta tristeza antigua en la cara, que a su pesar se convirtió en protagonista de mil chistes (hoy le habrían quemado en el infierno de Twitter). Impone la mesa sobre la que se produjo aquella firma para la Historia, un tablero algo rococó que descansaba sobre unas patas como cabezas de faraones.

Miro ahora un primerísimo plano suyo tomado trece años después, como Comisario español de la Unión Europea. Su barba ya peina canas. Sus ojos acumulan el peso de muchas horas sin dormir trabajando para España (una de esas frases que, por fin, ya podemos decir también quienes no somos fachas). Me impresiona su mirada de Atlas de provincias.

La siguiente foto podría ser la que le hizo Uly Martín en el Congreso, cuando era de nuevo diputado en 2003, asesorando sobre la Guerra de Irak desde su escaño a un diputado más joven, que había sido elegido contra todo pronóstico secretario general de su partido, en el 35 Congreso del PSOE, al que aún llamaban Rodríguez Zapatero.

Y, por último, de las fotos que le hicieron como presidente del Congreso (donde tan mal lo pasó y desde donde definitivamente dijo adiós a la política), me gusta una de 2004 en la que se le ve agachado entre macetas, con un peto de jardinero, sembrando unas margaritas o algo así. Mira a cámara sin complejos ni falsa modestia, pero su mirada parece tan limpia como siempre, no sólo ahora por las loas que le han derramado sobre sus heridas no pocos de quienes se las hicieron. Nos encanta loar a quien lo merece, cuando ya no está. A la democracia le ha dolido la muerte del hidalgo manchego Manuel Marín en una fecha muy andaluza, el 4 de diciembre. Como ciudadano: Gracias