Algo agotada la pantomima independentista, el peligro es Iceta. El aspirante socialista a la presidencia de la Generalitat ha encontrado la fórmula ideal para hacerse con el santo y la peana sin despertar suspicacias, convirtiéndose en el candidato de la tercera vía con un perfil catalanista más perjudicial, por su eficacia, para los intereses de España que el de los verdaderos soberanistas. La condonación de la deuda catalana que propone Iceta es en realidad el triunfo del supremacismo autonómico logrado a través de los medios posibles. Una propuesta provocadora que le puede ayudar a conseguir un gran resultado en las elecciones y la vuelta de un tripartito al Govern con Podemos y ERC. Iglesias ya ha avisado a Ciudadanos y al PP, que desconfían como es lógico del aliado constitucional socialista, siempre dispuesto a poner una vela a Dios y otra al Diablo. Iceta es listo. Sabe que existe el miedo en el cuerpo de los catalanes no independentistas después del órdago del procés. También que la mitad de la población, al menos, no quiere seguir por un camino alejado de España, y que muchos de los separatistas están escaldados y dispuestos a volver a la vía del entendimiento. La idea de arriesgarse en un futuro no es compartida pero sí, en cambio, a nadie le disgusta, casi todos están de acuerdo en que Cataluña tenga un posición privilegiada con respecto al resto de las comunidades autónomas en un nuevo concierto económico con el Estado. De ahí, para empezar, la propuesta de la quita, que chocaría frontalmente con la idea manejada últimamente por el Gobierno de controlar la caja de todos para frenar la permanente tentación secesionista. Si España cede, el Estado autonómico habrá perdido su última batalla y estará condenado a muerte. El supremacismo la habrá ganado recurriendo a otros métodos. En la historia, siempre hay un conde don Julián. Atención a Iceta porque se le parece.