Querido Álvaro: Llevo tiempo tratando de responder todas las preguntas que me haces durante estos días, intentado explicarte cosas que ni yo mismo entiendo y por las que sufro incluso más que tú. No son momentos agradables porque por muchas vueltas que le doy intento saber el motivo por el que en este momento no puedo llevarte a entrenar de la mano como solíamos hacer cada día, con tu balón bajo el brazo, ése que te regaló tu abuela con tanto cariño en tu último cumpleaños. Te han robado la ilusión, te han quitado algo que te hacía feliz y yo no sé qué contarte para que no sufras.

Por mi cabeza pasan millones de cosas que si nos paramos a pensarlas son un auténtico sinsentido. Quisiera poder encontrar una respuesta lógica para darte, algo que fuera sencillo de entender y que eliminara de tu rostro esa pena que tienes por no poder reunirte con tus amigos para jugar a ese deporte que llevo tratando años de inculcarte como parte de tu aprendizaje para la vida. ¡La de valores que te explico cada sábado mientras desayunamos y que ahora mismo se contradicen por culpa de una serie de situaciones que incluso a nosotros mismos se nos escapan de las manos!

Precisamente ayer por la tarde, mientras veíamos la televisión tras hacer los deberes del cole, te acordabas de cuando te conté que de pequeño saltaba junto a mis amigos los altos muros del colegio de al lado de casa para poder jugar a la pelota. Tú, risueño, me decías: ¡Pero Papá, eso en qué año fue, eres un viejo! No podías creer que cuando yo era un crío apenas había instalaciones para poder pasar el tiempo echando partidos y tirando a canasta, te enfadabas porque siempre te digo que mentir está muy feo y en cambio yo mentía a tu abuela para que no se preocupara por colarme en cualquier sitio para meter triples.

Hay muchas cosas que me gustaría que entendieras, pero es algo casi imposible. Te intento explicar que el ruido es quien tiene la culpa, que hay personas que quieren descansar y que un simple balón les molesta, pero a ti te despierta cada día a las 4 de la mañana un camión de la basura y ese vecino que pita como un desesperado debajo de tu ventana no deja que hagamos los deberes de «mates» con tranquilidad cuando le aparcan un coche en doble fila y llega tarde al trabajo. ¿Cómo explicarte las cosas si en cada una de tus respuestas me das una lección?

Menos mal que tú, siendo tan pequeño, te quedas tranquilo dibujando en casa cuando mamá llega del trabajo y a mi me da tiempo a terminar las cosas de oficina que se me han quedado atrasadas. Eres un chico que hace caso a todo y que tienes una educación que quizá otros muchos niños de tu edad no tienen la suerte de tener. Sufro mucho por ellos, porque tú puedes divertirte con otros juguetes hasta que nos dejen ir a entrenar con tranquilidad, pero ellos estarán en la calle haciendo cualquier cosa y sin que nadie pueda controlarlos como hacían sus entrenadores cada tarde. Porque como ya sabes y te he hecho entender con mucho esfuerzo, el baloncesto y el deporte unen culturas, clases sociales y sexos, y cuando un balón naranja está en nuestras manos no existen diferencias, todos somos iguales.

¡Qué pena me da ver la televisión, contigo al lado y no saber qué decir! Muchas veces me quedo pensando en todo pero en nada, y cuando el agobio me entra como padre que soy por no saber hacerte ver que en la vida hay muchas injusticias cierro los ojos y trato de dormir para que pase el tiempo y soñar con que pronto habrá una solución a todos estos absurdos problemas.

Por fin, suena el despertador. Me levanto y miro para todos los lados. Ha sido una noche muy larga llena de pesadillas. Por suerte no tendré que explicarle a nadie que el deporte base de Málaga se derrumba por culpa de gente sin corazón, por gente que no quiere entender que sin botes no hay paraíso y por personas que seguramente jamás han entendido que el deporte es una poderosa herramienta para crecer. Me pongo en la piel de esos padres de hoy en día y tiemblo. Por suerte, aún no tengo hijos a los que contarles que existe gente que no entiende de valores y personas que no reparan en el daño que os están haciendo. Menos mal que solo fue un mal sueño.