El domingo 11 de diciembre de 1831 fueron fusilados en la playa del Carmen, el general Torrijos y sus compañeros, después de arribar a Málaga desde Gibraltar, para iniciar un pronunciamiento contra el absolutismo de Fernando VII, incitado por el engaño del jefe político en aquel momento en Málaga, González Moreno, quien le había garantizado el alzamiento.

Desde 1836, y el que fuera jefe político en Málaga Ignacio López Pinto, hermano de uno de los fusilados, había impulsado la idea de homenajear a aquellos mártires por la libertad.

Había que esperar hasta el año 1842 , cuando por fin se iba a realizar ese homenaje promovido por el Ayuntamiento y Diputación, que aprobaron un presupuesto para el mismo.

Por ello, se eligió la fecha del 11 de diciembre de 1842, como día señalado para exhumar los restos de los fusilados, enterrados en el cementerio de San Miguel y trasladarlos al monumento que se había erigido en la Plaza de Riego (actual Plaza de la Merced).

El programa de actos para recordar aquel día lúgubre, comenzaba en la víspera, mediante un doble general de campanas cada cuarto de hora, desde la misma catedral, empezando a las 8 de la mañana y suspendiéndose a las 2 0 horas de la tarde y siguiendo el día 11 desde las 7 de la mañana hasta acabados los actos. Se instaba asimismo al comandante general para que cada media hora del día 11 y desde la 7 de la mañana se diera un cañonazo hasta la finalización de los actos.

Una especie de procesión saldría de las Casas Capitulares , donde acudirían las autoridades corporaciones y el pueblo malagueño al que se animaba a asistir por deber patriótico y encaminarse a la capilla de Santa Isabel de Hungría situada en el Cementerio de San Miguel.

Encabezaba esta marcha una compañía de Cazadores de la Milicia Nacional, y siguiendo a continuación en filas los señores que quieran incorporarse. A continuación iban los componentes del Ayuntamiento y Diputación Provincial, mientras que en la retaguardia la cerraba una Compañía de Granaderos de la Milicia Nacional.

Debiendo asistir el clero parroquial, pues recordemos que entre los fusilados figuraba un miembro de la iglesia Católica, se incorporaría a la altura de la parroquia de Santiago, colocándose a continuación de los componentes de la Diputación y Ayuntamiento. Para darle vistosidad al acto, tomaba su ruta por la calle Santa María, San Agustín, , Granada, Plaza de Riego, Montaño, Dos Aceras, hasta la Alameda de Capuchinos, donde formará la tropa del ejército y presta a hacer salvas de descargas,cuando se sacaran los restos exhumados.

En el cementerio esperaban tres carros fúnebres donde serian transportados, en el primero irían tres ataúdes con los restos de los compañeros de Torrijos. En el segundo con dos, con los restos del coronel Golfín y del magistrado Flores Calderón. Mientras que en el tercero dos con los restos del general Torrijos y López Pinto. Estos irían escoltados, además de elegidos para portar las cintas de los féretros y que iban adornados con alegorías.

La marcha fúnebre desde el camposanto estaba encabezada por por un cabo y 4 lanceros, a los que seguían el clero parroquial y a continuación los representantes del Ayuntamiento y Diputación, marchando en la retaguardia las tropas del Ejército y Milicia Nacional,

Durante el recorrido hasta la plaza de Riego haría cuatro paradas simbólicas: la primer en la calle de la Victoria, en la plaza de la Constitución cerca de la cárcel donde estuvieron en prisión Torrijos y sus leales, Puerta Nueva cercana al convento del Carmen donde estuvieron en capilla y Puerta Buenaventura donde estaba la calle Torrijos.

Una vez en la plaza de Riego, las cajas fúnebres serían colocadas en catafalcos para ser introducidas en la bóveda, bendecida por el ilustrísimo gobernador de la diócesis, quien oficiaría una misa por las almas de los fusilados, acabando con una oración fúnebre por el presbítero José Prieto.

Un repique general de campanas y una salva de la artillería dieron por concluidos los actos de homenaje al general Torrijos y sus compañeros- También se repartieron 100 panes a cada uno de los 9 curas, para su reparto a los pobres. Se hizo asimismo un llamamiento a los literatos para que escribieran sobre este hecho histórico.

A partir de ese año se institucionalizó una conmemoración que empezó siendo religiosa y se hizo más cívica. Dependiendo siempre de la situación política española, apareciendo y desapareciendo a lo largo del siglo XIX , XX y XXI. Teniendo sus celebraciones más importantes durante la Segunda República ya que coincidía con su centenario. Desaparecida durante el franquismo, se recupera durante la Transición. Hoy en pleno siglo XXI, esta conmemoración ha ido a menos, solamente reivindicada por algunas asociaciones como es el caso de Asociación Torrijos 1831, que nos recuerda aquel suceso luctuoso que tuvo lugar en Málaga en aquel año de 1831.

*José Velasco Gómez es historiador