Una nota principal de la revolución diseñada por los encausados por el Tribunal Supremo era su carácter incruento. En cierto modo una réplica invertida de ETA (cuya derrota da la salida al procés): si ETA era una minoría de gran violencia y formas siniestras, el procés daba protagonismo a una masa muy amplia y pacífica, de formas artísticas. Extensión en vez de intensidad, seducción en vez de terror. Pero como no hay revolución sin miedo por medio, éste se inducía con gimnásticas exhibiciones de musculatura de masas, un poder latente, una amenaza («la calle es nuestra»). Lo han captado con buen instinto los jueces, aunque lo cuenten a su modo. Ahora bien (y aparte de que no será fácil ver consumado un delito de rebelión), ¿no será esa voluntad incruenta, aunque responda a mera estrategia, buena razón de fondo, a la que buscar las de forma, para no prolongar la prisión provisional?.