De todos los candidatos independentistas que pueden optar a la Presidencia de la Generalitat después del 21-D, Marta Rovira (Vic, 1977) es la única que tiene el camino expedito. No está imputada ni encarcelada, ni ha huido de la justicia. Y lo más importante: Oriol Junqueras, el santón de Estremera, ya la ha bendecido para ocupar el cargo. Es verdad que ella sigue siendo fiel a sus mayores: al líder de ERC y también a Puigdemont. Y a éste quizá demasiado: el miércoles no le importó exhibirse en Bruselas junto al expresident, pese a que ese día oficiaba el primer gran mitin de Junts per Catalunya. Rovira no está llevando la voz cantante en la campaña; al menos no en la parte de la campaña en la que ERC debe esforzarse por distinguir su proyecto del que promueve la ´lista del president´, que amenaza la victoria republicana que vaticinaban las encuestas desde hace meses. Pero su presencia en el mitin-manifestación de Bruselas hizo correr ríos de tinta, y los recién excarcelados Carles Mundó y Raül Romeva, consejeros de Esquerra en el difunto Govern, se apresuraron a abrir fuego contra Puigdemont y su plan de ser restituido en el poder (bien que con todo su gabinete): único servicio a la causa del ´procés´ que a su juicio pueden prestar las elecciones del próximo día 21: ilegales, impuestas (un producto del ´fascismo´, si creemos a Romeva), pero también una oportunidad de consolidación que no puede desdeñarse. Lo que no está nada claro que ocurra. Los sondeos dan como poco probable un resultado que permita a los soberanistas revalidar una neta mayoría absoluta (si acaso, la sacarían justita: 68 escaños), y mientras ha ido visibilizándose el enfrentamiento que mantenían dentro del Govern destituido ERC y el PDeCAT; sobre todo, después de que Puigdemont, por medio de su ahora jefa de campaña, Elsa Artadi, hallara ´pruebas´ incontestables de que el equipo de Junqueras no tenía a punto las estructuras de estado para materializar la independencia (algo que él ya debía suponerse). Pero después, también, de que el expresident se convenciera y le convencieran de que debía convocar elecciones para evitar la aplicación del artículo 155, y Junqueras y Rovira (al parecer a lágrima viva), así como algunos tuits en los que se le tildaba de traidor, le hicieran dar marcha atrás.