Somos de memoria frágil, me incluyo. De olvidar lo malo pero también de dejar en un cajón las cosas que tantas satisfacciones nos han dado. De mirar con excesivo celo el presente y no darnos unos segundos de vez en cuando para mirar, para repasar, nuestro pasado. Hay cosas que marcan, que son difíciles de olvidar. Retos, situaciones coyunturales que te permiten crecer a todos los niveles. En lo personal, madurando quizás a mayor velocidad; y en lo profesional, poniendo absolutamente todo lo que posees al servicio del proyecto. Es cuestión de conjugar pasión, corazón, alma, entrega, tesón o perseverancia con conocimientos, ideas, deseos y experiencias. Y así, en esa coctelera un tanto singular se orquestó el Balonmano Antequera.

Se alcanzó la elite. Corría el año 2006. Conseguir una entrada para aquel vetusto pabellón Fernando Argüelles era misión casi imposible. Las interminables colas sólo te garantizaban un asiento. Verlo en un lugar de privilegio te obligaba a invertir alguna hora más en aquella interminable fila. Con Antonio Carlos Ortega a los mandos, en una primavera idílica, los verdes alcanzaron la Liga Asobal, la llamada por aquel entonces «mejor Liga del mundo». Y la ciudad se tiró a la calle. Después llegó la reforma exprés del Argüelles, su ampliación, la adecuación de una instalación que necesitaba un buen lavado de cara. Y la Copa del Rey, el ascenso meteórico del balonmano en la ciudad del Torcal, eventos internacional, presupuestos infinitos€ y una irremediable caída en barrena.

Sobre las mismas tablas, sobre el mismo escenario, cada tarde suena la claqueta y un ficticio «silencio, se rueda» de los chicos de Lorenzo Ruiz. En las pistas exteriores, en algunos colegios de Antequera, retumban las voces de los hermanos Soto. En los bajos del pabellón, en una humilde pero muy digna oficina, el infatigable José Jiménez, la presidenta Lourdes Melero y su equipo de colaboradores, trabajan sin descanso para dignificar lo que en su día fue el mayor reclamo deportivo y social de la ciudad de Los Dólmenes. No es tarea fácil.

Y lo será aún más si Antequera, «Ciudad Europea del Deporte», asiste indolente al esfuerzo titánico que están realizando los chicos del primer equipo, líderes, sí. Primeros en la División de Honor Plata. Con un presupuesto ridículo pero con un corazón enorme. Eran otros tiempos, es evidente, pero posiblemente con los salarios del aquel equipo técnico que logró el ascenso, se abonarían hoy todos los kilometrajes y las dietas del actual conjunto.

Se dan todas las circunstancias, todos los condicionantes para hacer algo grande en el futuro. Un equipo joven, compuesto en su totalidad por jugadores andaluces, muchos de ellos producto del gran trabajo de cantera que nunca se ha dejado de hacer en Antequera. Prudencia desde los despachos. Estabilidad económica. Paciencia. Casi 200 niños y niñas dando solidez al club. Cordura desde la dirección técnica. Respaldo institucional.

Lorenzo Ruiz «no vende». Es antequerano y no será profeta en su tierra. Cualquier otro, posiblemente sí. No se anuncian fichajes de relumbrón. No hay grandes presentaciones. Ni siquiera los medios de comunicación le prestan la misma atención que en aquella época dorada. Antequera ascendería hoy a la Liga Asobal. Con trabajo, desde el silencio. ¡Apoyémoslos! El Fernando Argüelles debe vibrar para regresar a la elite.