El mundo audiovisual estadounidense vive episodios electrizantes. Y de final imprevisible. La televisión a la carta podría sufrir importantes reescrituras a medio plazo si se sintonizan algunos planes empresariales en la gigantesca pantalla de los medios de comunicación. El que más visos tiene de convertirse en una realidad es el que protagonizan 21st Century Fox, del todopoderoso Rupert Murdoch, y Walt Disney, que adquiriría gran parte de los activos de entretenimiento de Fox, incluyendo el estudio de cine 20th Century Fox, la cadena de cable FX y los canales deportivos regionales, además de participar en el servicio de streaming Hulu y el negocio de televisión de pago Sky UK. Es decir: el imperio Disney hincharía de forma extraordinaria su ya abultado poder en los contenidos audiovisuales, quedándose la Fox solo con Fox News y Fox Business como joyas influyentes de su corona. Se habla en los medios especializados de un valor empresarial de los activos superior a los 51.000 millones de euros. La apuesta es estratosférica y deja bien claro por dónde van las estrategias de los colosos en esa batalla.

Más dificultades atraviesa otro movimiento de ajedrez financiero que también tendría consecuencias notables en el mapa televisivo y cinematográfico: los reguladores antimonopolio han frenado el acuerdo para que AT&T compre Time Warner por 72.536 millones de euros, al menos hasta el 19 de marzo, cuando se celebre el juicio por la demanda del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Si saliera adelante, el paisaje de los medios sufriría un auténtico terremoto al unirse un titán de las telecomunicaciones con el propietario de CNN, Warner Brothers, TNT, TBS y HBO. AT&T, que posee DirecTV, es el distribuidor de televisión de pago más poderoso. Si además se convirtiera en dueño de las películas y los programas de televisión, las consecuencias sobre consumidores y competidores serían imprevisibles, y probablemente perjudiciales, pues, según la demanda, habría facturas de televisión más altas y menos opciones de entretenimiento variadas y, sobre todo, innovadoras.

Mientras llega ese juicio trascendental, el acuerdo Fox-Disney avanza con paso más firme. Los responsables de Fox parecen convencidos de que no es posible competir con rivales como Netflix, cuyas inversiones en producciones originales deja en evidencia a otros competidores en el sector como Amazon o Apple. Y, al igual que ocurre en otros campos, como la prensa digital, los analistas dudan de que haya tarta suficiente para todos y no hay seguridad de que unas inversiones potentes den resultados óptimos cuando ya hay un jugador que está apostando tanto y tan fuerte sin que, de momento, patine en el parqué de Wall Street. De ahí su paso atrás, dejando que sean otros los que arriesguen. Y a Disney le interesa tener un vínculo directo con los consumidores, lo que saldría reforzado al duplicar la participación en el servicio de transmisión de Hulu al 60% y comprar una parte importante de Sky, un servicio de televisión de pago con 22,5 millones de clientes en cinco países europeos. Además, pretende poner en marcha dos servicios de televisión por suscripción en Estados Unidos. Y ahí la inmensa despensa de Fox sería clave para poder alimentar tantas bocas de exhibición en un mundo que, cada vez más, se aleja de la televisión convencional y está lleno de comensales que quieren elegir dónde, cómo y cuándo les sirven lo que cocinan sus platós favoritos.