Una feliz variante de contaminación afecta a Ringaskiddy, pueblo de Irlanda elegido por los fabricantes de Viagra para levantar allí una de sus factorías. Sostienen los vecinos que el humo expulsado por las chimeneas de la fábrica los pone palotes, detalle que confirma -como suele suceder en estos casos- la camarera de un bar del pueblo. Por su experiencia, basta «un soplo de aire» para que los parroquianos se le pongan «tiesos». Especulan algunos de los afectados con la posibilidad de que la Viagra se colase también en el suministro de agua al pueblo, aunque esa fuga se habría corregido ya. Los fabricantes del producto niegan tales emanaciones y filtraciones, como es lógico. Consideran, con humor, que la imaginación popular no ha hecho otra cosa que construir un «mito divertido» sobre este asunto. Aun así, se han tomado el asunto en serio hasta el punto de acudir al venerable The Times para aclarar que sus procesos de fabricación, fuertemente regulados y sofisticados, excluyen cualquier accidente -llamémosle así- como el que tanta expectación y otras cosas ha levantado en Ringaskiddy. Los irlandeses, patria multitudinaria de escritores, tienen una gran facilidad para la fábula que sus detractores atribuyen a su querencia algo exagerada por la cerveza. De ahí a considerar que los estimulantes humos de la farmacéutica les están levantando la moral no hay más que un paso. Se trata de una situación ciertamente incómoda, por más que se preste a las bromas habituales en estos casos. No ha de ser agradable que a uno se le insubordine el aparato genital cuando va tranquilamente por la calle.

Y menos aún si el efecto de los humos se prolonga durante horas, con los indeseados efectos clínicos que eso tendría para las víctimas de ese priapismo inducido. Estaríamos, si tal fuera el caso, ante una enfermedad que produce intenso dolor en salva sea la parte cuando una erección se mantiene durante más tiempo del que el buen orden de la naturaleza humana aconseja. Hay bastante casuística al respecto, y no solo en Irlanda. De un conocido hombre público español al que caracterizaban una baja estatura y un desaforado apetito sexual decían sus críticos que medía más tumbado y boca arriba que cuando estaba de pie. Exageraciones, sin duda.

Todo esto coincide, de manera quizá no casual, con una benéfica resolución del Gobierno de Su Graciosa Majestad Isabel II, que a partir de comienzos del próximo año permitirá la venta de Viagra sin receta en todas las farmacias del Reino Unido. La noticia, que acaso provoque excursiones de turismo farmacéutico desde otros países de Europa, podría haberles servido a los vecinos de Ringaskiddy para sacar pecho y poner en circulación el bulo del que tanto se habla estos días. Hay quien atrae turistas mediante el reclamo de las playas soleadas, el de las centollas o el de los monumentos. Quizá los astutos residentes de ese pueblo irlandés hayan encontrado en el mito del humo y las erecciones una ventana de oportunidad para que el pueblo se les llene de visitantes decididos a olisquear los vapores de su fábrica. Love is in the air, decía el título de una famosa canción popularizada hace cuarenta años por el escocés John Paul Young. «La Viagra está en el aire», replican cuatro décadas después los vecinos de Ringaskiddy. Igual se les han subido los humos.