Emmanuel Macron, presidente de Francia, quiere refundar la Unión Europea, según dijo hace casi tres meses en un discurso pronunciado en la Soborna y calificado como «histórico». Los líderes franceses son muy de refundar. Como Nicolás Sarkozy, que en 2008 habló de «refundar el capitalismo» ante la que se nos venía encima. Refundar (refonder, en la lengua de Montesquieu y Voltaire) es un verbo a la medida de la grandeur francesa y de la inclinación gala a la épica que ahora encarna Macron. Ese discurso que imagina una Francia liderando la nueva Europa tiene por ello una razonable digestión doméstica, pese a los Le Pen y cía.

La arenga de la Sorbona estaba dirigida también a Alemania, que entonces acababa de dar una nueva victoria electoral a la democristiana Ángela Merkel, aunque con un resultado que la obliga a buscar pactos y, en este momento, descartadas ya otras alternativas, a negociar otra Gran Coalición con lo socialdemócratas del SPD. El líder de estos últimos, Martin Schulz, es un tenaz europeista . En la línea de Macron, ha hablado de construir «los Estados Unidos de Europa». Así que, atando cabos, se cree que un pacto en Alemania entre Merkel y Schulz podría suavizar las rocosas posiciones de la canciller en los asuntos europeos, su resistencia a avanzar en lo que falta de la unión bancaria (fondo de garantía de depósitos común) y en lo que plantea Macron sobre la unión fiscal (presupuesto conjunto, eurobonos, superministro de Economía...).

Cabe pensar que la cuestión europea estará en la agenda de negociaciones para reeditar la «Gross coalition». Pero también cabe sospechar que las prioridades de Schulz y del SPD son sobre todo domésticas. En Alemania la digestión interna sobre la zona euro es distinta que en Francia, porque Berlín ya manda de verdad en Europa. Su electorado no consume tanta épica ni grandeur. El discurso más digerible allí es que Europa avance, pero no con un mayor coste para los alemanes. No arriesgándose ellos a pagar las crisis bancarias de otros a través de un fondo europeo de garantía de depósitos. No sujetando ellos principalmente un presupuesto inversor y de respuesta a las crisis o mutualizando en los eurobonos los riesgos por desequilibrios económicos que consideran ajenos.

Por muy europeista que sea, cuesta imaginar a Schulz condicionando la gobernabilidad de Alemania a que Merkel acepte cambios profundos en el euro como algunos de los que ha enunciado Macron. Se le vislumbra más bien buscando reformas que eleven las pensiones modestas, que extiendan la gratuidad de la enseñanza pública o que revisen la política sobre los refugiados, asuntos que despiertan muchas más adhesiones entre los alemanes y que están en el programa socialdemócrata. La cuestión europea no avanzará hasta que se despeje el gobierno de Berlín. Y si hay gran coalición avanzará como lo hizo con la anterior (2013-2017), al trantrán.

Probablemente abriéndose paso entre las grandes palabras de Macron y las concesiones (esperemos que algo más que cosméticas) de Merkel y sus socios.