'La Navidad y un cumpleaños', por Dolores Bravo

El 25 de diciembre, muchos se reúnen, festejan y se intercambian regalos aunque no saben muy bien el por qué. Si analizáramos las respuestas de la mayoría, veríamos que no relacionan la Navidad con el primer cumpleaños de Jesucristo, ya que esta fiesta se ha desacralizado perdiendo su sentido original. Sin embargo, en el fondo late la añoranza de saber qué hay detrás de ese día que es excusa en todo el mundo para adornar profusamente las calles, los comercios y los hogares, para cantar y sonreír, de esa hora en la que algo se despierta dentro de nosotros para reclamarnos atención y sosiego, un momento de reflexión porque algo va a pasar y ya ha pasado: el Hijo de Dios que reina en los Cielos se ha apiadado del hombre que caminaba a oscuras por faltarle la luz de la Verdad: esa que le dice que tiene un alma eterna, una obra artística intangible puesta por Dios en el interior de cada a uno para asemejarlo a Él y darle después un lugar en su Reino excelso. Pero el hombre debe detener su carrera y dejar insinuarse en él la duda de si ha tomado la senda que le conduce al Cielo o más bien va por el camino a la perdición eterna ya que ha olvidado que viene de Dios y debe volver a Él después de esta vida, y sólo lo logrará si es fiel a las directrices celestiales que Dios quiso dejar en su Iglesia y en la revelación bíblica. Apliquémonos a conseguir la victoria para poder decir que la Navidad es el día en el que empezó la aventura divina y humana del Dios que quiso hacerse hombre para llevar a los hombres a Dios.