Gane quien gane el 21-D, parece claro que la sociedad catalana seguirá dividida en dos. Por ello tras el fallido procés para la secesión expres, el independentismo se apresta ya a una larga e interminable marcha en pos de lo mismo. Así, visto que en un país desarrollado y estable no caben secesiones, Catalunya ingresará en el selecto club de los independentismos irredentos, junto a Escocia, Flandes, Québec y alguno más. Sin ser un estatuto deseable será el menos malo de los posibles, y habrá que centrar los esfuerzos en que la coexistencia resulte llevadera, no afecte mucho a la economía, sea compatible con relaciones políticas normalizadas y evite proyectar crispación en las relaciones sociales, familiares y personales. En cuanto al Estatut formal, bastará con que ayude algo a lo anterior, sin pedir imposibles. La vida de una causa en la vía muerta no tiene por qué ser tan dramática.