La única opción para que a medio plazo Catalunya logre quitarse de veras la losa del independentismo será que ponga por delante la lucha frente a la pobreza, la desigualdad y el desamparo de muchas personas, en cuyo núcleo anidan los valores de la solidaridad: la llamada agenda social. Pero esa agenda nunca será la de las clases medias, que allí se han enseñoreado de las instituciones, del discurso y hasta de la calle, mientras la clase obrera se ha quedado sin voz, sin papel político y sin aspiración alguna a cierta hegemonía. Aunque sería fácil echarle la culpa a los sindicatos, estos llevan demasiado tiempo siendo vapuleados de forma inmisericorde. ¿Qué responsabilidad tienen los partidos de izquierda en esa migración histórica al nacionalismo? Sólo cuando la clase obrera catalana vuelva a tener articulación política, respetabilidad social y fuerza en la calle cambiarán las cosas.