Aquel era un restaurante de comida casera y tirando a honrada, cuya clientela era en su mayoría gente del pueblo en el que estaba. Los dueños tenían sus manías y sus ínfulas, pero también tenían claro que lo primero era el cliente al que daban de comer y hacer cada día buena caja. No está claro cuando les picó, siendo ya bastante ricos, lo de hacerse famosos, pero casi seguro les pasó lo que a tanta gente que un día se siente bien ante las cámaras y ya no puede vivir sin tenerlas encima. El caso es que fueron dando un giro a la cocina internacional y a ocuparse más del diseño de platos y sabores al gusto del gourmet de turno que de la clientela, subieron precios, y llegó un momento en que sólo les hacía felices dar bien en la pantalla y las reseñas. Mucha gente del lugar seguía encantada de ver el nombre de su pueblo en titulares, pero ya no entraba a comer y el negocio se fue a pique.