«No, ni ná» es una de esas expresiones habituales que no recoge el diccionario de la RAE en las últimas adopciones esta semana. Una nueva palabra que sí ha sido adoptada por la Real Academia ha sido «aporofobia»: miedo o aversión exagerada a los pobres y a personas desfavorecidas. Da vergüenza que en nuestro siglo el idioma haya tenido que incorporar semejante voz.

Respecto a la lotería: No, ni ná. Como viene siendo habitual a lo largo de mi vida: No tengo el gordo, ni me ha tocado ná...

Su bravura es el Gordo

Bueno, ná tampoco. Tengo la devolución de un décimo que compré a la estupenda gente de AFA Benalmádena, la asociación de familiares de personas con Alzheimer que sigue luchando porque se construya el centro que necesitan, ya que el actual se ha quedado pequeño -tal es el ritmo de crecimiento de las personas con alzhéimer y otras formas de degeneración neurovegetativa- en los terrenos que ya les cedió el Ayuntamiento. El ejemplo de su bravura en el afectuoso cuidado de aquellos a quienes la enfermedad les ha robado la identidad, primero, y progresivamente les condena al deterioro y la extrema dependencia, ya es en sí el mayor de los premios. Pero como en la vida el rictus del dolor se asemeja al de la sonrisa, igual que el último quejido a veces podría confundirse con el inicio del llanto de un niño que nace, permítanme que siga pensando en la vil lotería. Y es que todo ello no quita que yo cambie el décimo de AFA premiado con la devuelta por otro del sorteo de El Niño. Sic gloria transit mundi. Lo sé, lo sé, así pasa la gloria del mundo. Y es una gran verdad. Pero mientras tanto a ver si me toca y le dan a la hipoteca por la popa...

San indefenso

Los niños de «San Indefenso» -es la broma de este año, otro frívolo jugar con las palabras- suenan de fondo mientras escribo esta página de Navidad. Me hace sonreír Aya, una cantarina chiquilla que alarga más de lo habitual la cuantía de los premios, con singular gracia, lo que llega a provocar el aplauso entre los asistentes al Teatro Real. Ando en ello cuando me llega una de esas felicitaciones navideñas por el móvil que me suelen saturar el whatsapp. Me gusta que sea de mi amigo Antonio Aurelio Fernández de Córdoba, el responsable de Solidaridad Internacional Trinitaria que anduvo jugándose el tipo comprando niños en Sudán a 300 euros, y niñas que costaban sólo 250 euros, para librarles de la esclavitud. En su felicitación se ve la foto de una familia de refugiados sirios que es fácil identificar con la iconografía cristiana de José, María y el niño. Un puñetazo moral que debemos encajar quienes seguimos empeñados en celebrar, pese a todo y con el consumismo como motor de explosión, la Navidad.

Alzheimer corrupto y nacionalista

Las personas que se van quedando sin memoria no se preocupan ya por haber dejado de ser andaluces o catalanes. El alzhéimer y ciertas anomalías circulatorias a nivel cerebral no entienden de nacionalidades. Lo que queda en las personas afectadas es el amor que habíamos puesto en ellas y ciertos rasgos de carácter, pero en ese poco a poco depredador del todo que fuimos la enfermedad no deja nada de lo vivido. Hace tiempo que vengo opinando en las tertulias del desayuno que no había voto oculto en Cataluña, sino una sociedad profundamente dividida que tiene los líderes que la reflejan.

Corrupción digerida

La ciudadanía se vuelve un problema a medida que la política se va degradando (pero cuidado con la dañina falta de autoestima que tanto nos caracteriza últimamente, la degradación de la política española es incluso menor que la de EEUU o Gran Bretaña o Austria o Polonia o?) El embate de los nuevos partidos que venían a regenerar lo establecido en la democracia española no pudo con la inercia tribal de quienes seguían votando a los suyos, sin problemas para digerir Gürtel, los ERES o a la laboriosa familia Pujol y el 3 per cent (del que ya tampoco ni se acuerda uno de los pocos que lo denunciaron, Pascual Maragall, alcalde de Barcelona durante las felices Olimpiadas de 1992 y president de 2003 a 2006, cuando ya empezaba dolorosamente a olvidar, como olvidó Suárez o como se ha olvidado de todo mi tío, con quien pasaré mañana la Nochebuena acompañando a mi tía, una de esas cuidadoras que asumen la labor más ingrata que la lotería de la vida te puede regalar).

75 cumpleaños

Quien no olvida nada, incluso recuerda demasiadas cosas juntas, las pequeñas y las grandes unas tras otras, sigue siendo el alcalde de Málaga. El pleno de anteayer fue duro. Si no mandó callar diez veces al portavoz del comité de Limasa, Manuel Belmonte, lo hizo veinte. Y sin éxito. Si no se le atragantó a De la Torre la palmera de chocolate que, con ladina intención o no, le regaló el grupo socialista por su 75 cumpleaños, es porque tiene un estómago de hierro. Como la mano que me estrechó cuando le felicité. Con la mía, aunque algo despachurrada, aún sostengo mi décimo de AFA. Feliz Navidad... Porque hoy es sábado.