¿Recuerdan que un día les hablé de la palabra «emperrinar», inventada por un amigo, y que mezcla con acierto términos codificados como emperrarse y empecinarse? Pues la vuelvo a traer porque estoy seguro de que en Cuatro hay alguien emperrinado en mantener a Dani Martínez y Florentino Fernández en su estúpido programa, por casi nadie conocido, llamado Dani&Flo, y que otra decisión pensada con el cerebro en estado de laxitud los ha hundido aún más hasta ser, como casi toda la tarde de la cadena, irrelevante. Hablo del fracaso, avistado el primer día de emisión desde esta columna -sí, soy un lince olfateando inventos sin recorrido- llamado Singles XD que le ha servido a Nuria Roca para volver a la órbita de Mediaset, decía ella con orgullo de trabajadora en paro -la echaron de TV3 con lo del lío catalán- que vuelve a tener un currillo. Aseguro que por poco tiempo, colega, y lo siento porque, como decía el programa de Fernando García Tola en la tele de los 80 sobre Carmen Maura, «nena, tú vales mucho» -tanto que ahora Carmen es la doctora del anuncio de Campofrío, que habla del «amodio» que nos define, o sea, amar y odiar como huracanes-. Así es. Nùria Roca ilumina lo que toca. Aunque lo que toque, como el caso de este viejo busca amores con altisonantes referencias a redes sociales tratando de modernizar la Celestina, sea una torpe pamema. Nùria Roca forma parte de un ramillete de excelentes señoras de la tele que ennoblecen la pantalla y los programas aunque sean abyectos o estúpidos, y a pesar de no ser muy, muy populares, digo populares tipo Belén Esteban, tipo Chenoa, o tipo Ana Pastor -no la irónica presidenta del Congreso, estrella anual que brilla en la cena de políticos y periodistas parlamentarios para dar los premios de su asociación-, tienen un lugar destacado en el panal de rica miel de la parrilla.Hablo de...

Hablo, por ejemplo, de Anna Simón. Es conocida, pero no arrasa, para entendernos, no para el tráfico como una diva. Hace bien, muy bien, su trabajo leyendo el guión que le dan en Zapeando, pero también se mueve como una gata elástica cuando participa en Tu cara me suena. Hablo de Ana Morgade, irónica, despierta, una señora que tiene recursos, que dice con naturalidad y brío el guión que, como a Simón, le ponen delante en Zapeando o sentada junto a Pablo Motos en El hormiguero. Hablo de Raquel Sánchez Silva, extremeña como Isabel Gemio -esta sí que vale porque «yo lo valgo», como sabemos quienes la recordamos en la pantalla prehistórica exhibiendo su ego como se pasea a la santa del pueblo-, que lo mismo te hace un Pekín Exprés que un Supervivientes que un recordado Perdidos en la ciudad o un dulce regalito como Likes, en #0, un programa sin mucha ambición pero de un rollito amoroso. Hablo de Eva Hache, ahora en el rincón de pensar, arrumbada por la industria televisiva como se sube el sillón de la abuela al altillo esperando que alguien lo rescate algún día. Hablo de Mamen Mendizábal, periodista de las buenas que sólo ¿sólo? hace bien, muy bien, su trabajo, una mujer que presenta con fresca seguridad, pero sin decir todo el rato que hace periodismo, otra que tiene el ego domesticado porque no necesita demostrar nada, Más vale tarde, vespertino de La Sexta que ha convertido en clásicos los encontronazos con el petulante Gabriel Rufián, a quien le para en un santiamén la testuz de torito bravo si el muchacho tiene tarde de andarse por las ramas y evadir las claras preguntas de la presentadora. Hablo de la gran Sandra Sabatés, que cada noche se sienta con desparpajo, seguridad, y talento al lado del desparramado y brillante Wyoming, otra que vale mucho, qué puñeta. Hablo de Thais Villas, que hace unos reportajes callejeros en el barrio pobre y en el barrio rico que sólo ella, con su elegante naturalidad, es capaz de servirlos con pícara brillantez. Y hablo, por ejemplo, de Marta Nebot, Telecinco -soy roja, dice, pero no podemita-, que sirve también al programa de Ana Rosa reportajes de alta calidad. Son mujeres que valen mucho, todas, y muchas más, claro, y que se mantienen en un destacadísimo y, quizá, querido segundo plano pero a las que hay que decirles que sí, nena, tú vales mucho.Otras

Y lo siento, lo siento de veras, en el alma, lo siento como una ola, lo siento como una carretera sin final, lo siento como un precipicio cargado de peligros, siento muchísimo hablar en el mismo hueco de mujeres como las mentadas y de aguachirles como, hala, lo digo rápido, Chayo Mohedano, hija de la absurda Rosa Benito, sobrina de Rocío Jurado. ¿Quién conocería a esta paleta si no fuera porque está subida a la parra de la tía? Pues bien, esta cantante de terrones sin regar, este cacahuete vacío, se sienta nada menos que en un sofá no de Telecinco, donde estaría en su salsa, no, se sienta en La mañana, que presenta María Casado en La 1, la tele pública, como experta musical de Operación triunfo. Un sindiós. Sus comentarios son tan profundos como un río seco. Y hablando de mentes reflexivas, ha vuelto por Navidad la autora de «nunca se sabe si el alma está trasplantada también en el órgano trasplantado» y «quienes más sufren acoso homófobo en España es la comunidad de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales». Qué falta hacían las reflexiones de Mariló Montero, coño. La última, con el pie aún oliendo a asfalto neoyorquino, no la supera ni Trancas y Barrancas. Que tenemos que defender el machismo desde un buen punto de vista, dice, y remata, en el sentido de que los hombres nos defiendan a nosotras. Tómate algo, nena, tú sí que vales, y llama a Samanta Villar, que en sus programas suelta lo primero que se le ocurre -se lo dijo a Risto Mejide en el Chester- aunque con palabras que hagan «boom». Pues andando, que los langostinos de La Grande Bouffe del 24 vengan sin urea. Y el mensaje del Rey, español y muy español. Chin, chin.

La guinda

El evento

Lleva razón Cristina Pedroche, que esta semana pasó por El hormiguero para seguir echando leña al fuego anual de las campanadas de fin de año. Este año también estará en el balcón de Antena 3 junto a Alberto Chicote. La cosa viene de atrás, de cuando hace tres años su vestido ¿o desvestido? dejaba al aire su carne con unas transparencias de infarto. Hoy «el vestido de la Pedroche» es un evento televisivo. O sea, un triunfo.