El pasado martes tuve la buena fortuna de ver en la BBC una entrevista apasionante: tanto el entrevistador como el entrevistado eran sin duda alguna dos maestros en el arte de la esgrima de salón. Un experto periodista e investigador de la BBC, el británico James Sweeney y el primer ministro de la República de Malta, Joseph Muscat. Ambos con un dramático telón de fondo. El 16 de octubre de 2017 había sido asesinada en Malta la periodista y también investigadora Daphne Caruana Galizia, de 53 años. Hablaron de ese atentado atroz. La explosión de la bomba colocada en el Peugeot 108 de la periodista había diseminado sus restos y los de su vehículo en un radio que confirmaba la tremenda potencia del explosivo utilizado.

Muchos pensaron que una vez más un periodista era asesinado por incomodar a los poderosos. Es un horror que no deja de ser frecuente en ciertos lugares del planeta. Como dijo Matthew Caruana, su hijo , también periodista, que habló de un estado mafioso: "Mi madre fue asesinada porque se interpuso entre el estado de derecho y aquellos que desean violarlo. Esto ocurre cuando las instancias del estado están incapacitadas. La última protección que nos queda es un periodista."

A través de su afilado blog y sus espléndidos artículos Daphne Caruana Galizia se había convertido en un personaje demasiado peligroso para algunas personas muy importantes de Malta. Sus acusaciones se centraban en posibles casos de corrupción y de impunidad institucional, unidos a los problemas de irse convirtiendo Malta en un presunto centro de blanqueo de capitales, complementados por el escándalo del tráfico de pasaportes de la República de Malta. Doblemente delicado esto, al ser ésta un estado miembro de la Unión Europea desde 2004.

La isla de Malta y sus hermanas menores, Gozo y Comino, durante siglos han sido tierra heroica. Colonizadas por fenicios, cartaginenses, romanos y bizantinos, pasaron a ser ocupadas por los árabes en los años de la gran expansión mediterránea del Islam. El pequeño archipiélago fue liberado por los normandos de Roger de Hauteville, llegados desde la cercana Sicilia en 1091. En 1530 el territorio fue cedido a una de las grandes órdenes militares de la Cristiandad: la de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. Ahora la conocemos como la Orden de Malta. Durante dos siglos hostigaron con bravura a las naves del Turco que surcaban sus aguas. Sin olvidar las duras derrotas que sufrieron los otomanos cuando intentaron convertirse en los nuevos amos de Malta.

En 1798 las huestes de Napoleón Bonaparte tomaron posesión del archipiélago. Después de la derrota final del Emperador de los franceses, el restablecimiento del gobierno de los Caballeros de Malta fue rechazado por los ciudadanos en 1802. Eligiendo éstos al Rey de la Gran Bretaña como soberano. Duró la soberanía británica hasta 1974, cuando las islas finalmente se convirtieron en un estado independiente: la Repubblika Ta´ Malta. El 15 de abril de 1942 el pueblo de Malta fue distinguido por la concesión por la Corona Británica de la George Cross, la distinción civil más importante del Reino Unido. En agradecimiento al heroísmo demostrado por la población, durante los duros bombardeos de los aviones alemanes e italianos en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial.

Son los malteses en general gente buena y valiente. Como lo fue siempre Daphne Caruana Galizia. Un gran emperador, Carlos I de España y V de Alemania, conocía bien a sus súbditos malteses. Según la leyenda, cuando encomendó el gobierno de aquellas ínsulas a los Caballeros de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, les exigió para la Corona española un tributo anual: la entrega cada año de un halcón maltés, ya entrenado por ellos para el arte de la cetrería.