He visto el vídeo de un robot quirúrgico que sutura con varios puntos la piel de una uva. Ejecución exquisita, pulcra, perfecta, como ver una cadena de montaje de coches pero en plan cariño he encogido a los niños. La piel es lo que tiene, su finura. Es el órgano más extenso del cuerpo humano, todo lo envuelve, todo lo cubre, de ahí que la gente de piel muy fina no encuentre freno a su amargura, a su acomplejada vida.

Seguro que usted sabe de quién le hablo. Son esas personas a las que todo les afecta, por todo se ofenden, incluso cuando ni siquiera son los receptores de la supuesta provocación. Se les reconoce fácilmente por su bilis, su mala leche, su entrecejo, su dedo acusador, sus dientes apretados, su sempiterna cara de indignación. Al principio se vieron escudados en ser minoría, posteriormente en que tiene que haber de todo, pero ahora se han organizado y son legión, hasta el punto de imponer su dictadura moral, una especie de tribunal inquisitorial que establece quién tiene gracia y quién no, qué temas se tocan y cuáles no. La condición sexual, los viejos, los cojos, el fútbol, los tontos del pueblo, los instaladores del gas, el porno, el tomate raf? ya no se puede hablar de nada que la progresía censora no avale con su infalible criterio. Puede usted reírse de Franco pero no de Fidel Castro. Puede usted insultar a Dios pero no a Alá. Puede usted criticar a los constitucionalistas pero no a los separatistas. En fin, nos obligan a movernos en tierras movedizas que castran la creatividad y el ingenio de cada quien.

A mí me pasa cada semana. No escribas de eso, no vayas a molestar a estos; no nombres aquello, no vayas a recibir una queja de los otros; no recuerdes lo de aquella vez, no vayas a abrir viejas heridas. Un coñazo. Y no hablo de humor, ese saco roto en el que los de siempre dicen que cabe todo, que con gusto todo puede tratarse con humor, pero es mentira. Puede tratarse con humor lo que ellos quieren, y nada más, porque si te atreves, serás lapidado, arrinconado, apestado. Hablo incluso de opinar, algo tan simple como sentirte libre de manifestar tu parecer sobre un tema concreto. Sin insultos, sin mofas, sólo opinar. Pues no puedes, porque eres un machista, un facha, un retrógrado, un meapilas, un violento, un imbécil.

Mongolia, El Jueves, Wyoming, etc tienen bula para remover conciencias y satirizar sobre cualquier tema, pero los carnavales de Cádiz o Luis del Val, entre otros muchos, no son más que unos incultos, unos retrógrados. Lo suyo, lo que mola, es adorar a Carla Antonelli y destrozar a Catherine Deneuve, porque se pone en marcha la trituradora y no hay quien sobreviva. Doble juego, distintas varas de medir. Unos se abanderan en la libertad de expresión, en la obligación cartesiana de transgredir y dudar; derechos inalienables que, al mismo tiempo, que se les niegan a los demás. Y digo yo que jugamos todos o se pincha la pelota. Cualquiera se atreve a decir aquello de la puta y el río.

En esta evolución histórica, en este alcanzar igualdades y derechos, en esta sensibilización social del respeto y la integración nos hemos dejado por el camino lo más importante, la decencia. Se nos ha impuesto una discriminación positiva por la que unos valen más que otros, a cuenta de proteger a unos elegidos se abre la veda contra otros. Incluso se premia, se ovaciona el tiro al contrario. Y pobre del que se queje, del que reivindique su espacio. Será manipulado y atacado sin remisión.

Los mismos que se ríen sin recato de ciertos asuntos se indignan con ira y odio porque otros tratan temas vetados. Muestran la finura de su piel, su esencia de uva, su limitada y sesgada capacidad de encaje, y arremeten sin límite para anular al mentecato de turno.

Yo estoy a favor de Wyoming y de Luis del Val, cuento con El Jueves y muero con los carnavales. Lo que no estoy dispuesto es a que me obliguen a aplaudir a unos y silenciar a otros. Antes me tiro con la puta al río, y que cada uno se alivie como pueda.