Desde el punto de vista de una mujer, cualquier forma de violencia física, moral o de prevalimiento de posición de un hombre para practicar sexo será una forma de acoso. Desde el punto de vista de un varón con mínima conciencia del derecho a la plena igualdad sexual, ocurrirá lo mismo. Ahora bien, si el varón de marras (el que enjuicia, quiero decir) participa de los códigos un tanto machistas de la masculinidad conquistadora y más o menos caballeresca, el juicio que haga deberá apreciar, también, cierta indignidad añadida: verá como vulgar ratero al que para hacerlo con una mujer ha de recurrir a cualquier forma de coacción o de superioridad de posición, incapaz de lograrlo por sex appeal, verbo, arte del galanteo, estilo, elegancia, paciencia y, en fin, las destrezas en arte tan antiguo. Tras oír esta teoría a un amigo le digo que vale, pero que se cuide y vaya por la sombra.