Francisco de la Torre es un profesional; un maestro de la guerra de trincheras. Posee una depurada técnica, afinada con el paso de los años, que combina la paciencia, la maestría en la ambivalencia dialéctica y el matiz e incluso usa un calculado y elegante desdén hacia el rival (propio o ajeno) que obliga a los periodistas a leer o escuchar con detenimiento sus declaraciones para comprender el verdadero sentido de sus mensajes. También es un alcalde notable, casi de sobresaliente; elegante, atento, diplomático; de discurso fácil y prolongado; de memoria exquisita y detallista. Actúa sin papeles y de la improvisación hace un arte al alcance de pocos oradores. Un alcalde que ha cambiado Málaga gracias a un interesante eje de cultura-turismo-innovación que ha logrado que la ciudad sea la envidia de media Europa. Un alcalde que, en definitiva, quiere ser perpetuo o que se le conceda otro mandato aplicando la teoría de «la alcaldía permanente revisable». Un alcalde eterno y que cree que nadie puede mantener o mejorar su legado.

Así llevamos desde el año 2011, más o menos, cuando ya se hablaba de delfines y el alcalde durante la campaña de ese año alejó cualquier tentación anunciando que su número dos (Elías Bendodo) sería el candidato del PP a presidir la Diputación de Málaga, como así luego ocurrió. Política preventiva.

Francisco de la Torre es un profesional de la política, pese a que siempre lo observamos como un gestor de la cosa pública. Lo ha demostrado en este debate político-periodístico sobre si se va o se queda. Táctico. Estratega. Una roca, dicen. Guarda silencios que gritan. Y, lo mejor, es que no necesita asesores. Sólo está él con su cartel de disponible a sus 75 benditos añitos pisando calle en cualquier rincón de Málaga. Sin nadie que le susurre. Sin escuchar a su mujer pidiendo una tregua, un relevo, un adiós como se merece. Solo.

Sin duda es un profesional de la política. Está jugando con los nervios de su partido en Málaga, en Andalucía y puede que hasta en Madrid. Él sabe, y así lo amplifica, que es un muy respetado y querido; que la mayoría de los malagueños consideran que es honrado, trabajador..., pero se empeña en alargar un debate que podría perjudicar al PP para tratar de mantener la principal capital de provincia que gobiernan en España después del desastre electoral de las municipales de 2015. Las encuestas no pintan un horizonte halagueño para la marca PP, si bien es cierto que hasta las elecciones de mayo de 2019 aún queda tiempo o que son unos comicios diferentes, donde influye en el voto tanto las siglas del partido como la persona que encabeza el cartel electoral.

Un debate eterno. Durante los últimos años ha barajado diversas estrategias para mantener vivo un debate que a su partido le hubiera gustado tener zanjado desde hace tiempo o para responsabilizar a otros de los algunos resultados electorales. Nada más perder la mayoría absoluta en mayo de 2015 (importante batacazo pues se dejó unos 40.000 votos y seis concejales respecto a los resultados de 2011), en una entrevista, sin nada de autocrítica, responsabilizazó a Bendodo de forma indirecta del desastre electoral. Dijo: «Hubiera sido mejor que Bendodo hubiese ido en otro puesto, no en el número 2; parecía que estaba detrás de la puerta para pasar». Añadía que le pasó factura que los malagueños entendiesen que su compromiso con Málaga no era para cuatro años, sino que habría un relevo a corto plazo. Eso sí, explicó que decía esta reflexión con todo cariño y afecto hacia el presidente del partido Elías Bendodo. Buen rollo con dinamita.

En el partido se leyeron estas declaraciones como una deslealtad que se podía haber ahorrado y entendieron que no sería fácil afrontar un próximo relevo de la alcaldía, como se demostró en las elecciones generales cuando el partido le ofreció encabezar las listas al Congreso de los Diputados.

Otra de sus estrategias, que por cierto es cierta, es que los malagueños le quieren. En una entrevista en este periódico en septiembre de 2017 manifestaba que los malagueños le pedían por la calle que siguiera, que se presentara de nuevo. De la Torre abrió enseguida «una reflexión profunda» sobre su posible continuidad. Y ahí sigue.

Pero la última y más certera de sus estrategias es tan aguda como endiablada. A principios de año reiteró la coletilla habitual de que lo más normal es que «no repita como candidato», pero añadió que es un hombre «muy disciplinado» y estará a lo que se le plantee o pida desde el PP. Es decir, hace buena la tesis del portavoz de Ciudadanos Juan Cassá de que De la Torre es un especialista en pegarle una patada a la lata y pretende que sea el partido, o sea, Elías Bendodo el que un día lo llame a su despacho y le pida que anuncie que no repetirá como candidato.

De momento lo único que parece claro es que el partido es el que está a disposición de De la Torre y no al revés. El partido ha decidido amoldarse a sus tiempos y Bendodo trata de pasar a un segundo plano para no desgastarse en esa trinchera y esperar a finales de febrero para conocer esa «profunda reflexión» del alcalde sobre su continuidad. El reloj pasa y el nuevo cartel electoral se queda sin tiempo para ganar en conocimiento, para patear la ciudad. Y en el PP lo saben. Ayer sábado, el Consejo de Alcaldes decidió adelantar los tiempos en la designación de los candidatos.

El propio Bendodo argumentó, mirándose al espejo, que es «la primera vez» que el PP designa a sus alcaldables con tanta antelación «para que los candidatos, sobre todo los más nuevos, se puedan ir rodando y la ciudadanía los conozca».Empezarán este lunes nombrando a los primeros 42 candidatos para las elecciones municipales en localidades de menos de 20.000 habitantes y en abril se acabará con el eterno debate cuando se conozca que Elías Bendodo será el candidato a la alcaldía de Málaga. ¿O no?