El Gobierno no está en forma. Rajoy mostró el miércoles en Onda Cero falta de sensibilidad sobre la equiparación salarial de hombres y mujeres, intentó frenar el nerviosismo de su partido diciendo que pensaba volver a ser candidato (sin la convicción necesaria) y afirmó que todavía no había el acto jurídico contra el que poder recurrir la investidura de Puigdemont.

A la mañana siguiente, la vicepresidenta anunció un recurso contra la decisión del presidente del parlamento catalán, Roger Torrent, de proponer a Puigdemont como candidato porque carecía de "libertad circulatoria" para ir al pleno del parlamento. Y el mismo jueves por la tarde el Consejo de Estado, cuyo informe es preceptivo, no apreció base jurídica para el recurso. ¡Bofetada!

Ni Rajoy ni Soraya Sáenz de Santamaría salen bien librados, aunque es muy posible que el objetivo -impedir la investidura de Puigdemont- se logre si el Constitucional admite a trámite el recurso ya que su simple admisión paraliza el acto recurrido. Es una confirmación más -tras las contradicciones que provocó en el aparato del Estado su viaje a Dinamarca- de la incomodidad del Gobierno ante el desafío de Puigdemont. El 155 paró la independencia, pero la victoria del secesionismo en las elecciones del 21-D está causando dificultades y amenaza con paralizar la vida política.

La prueba es que el ministro Montoro ha admitido que los presupuestos del 2018 no podrían ser aprobados más allá de primeros de abril. Por primera vez el Gobierno reconoce que puede quedarse sin presupuestos, lo que ya es un golpe a su credibilidad. Y Montoro incluso ha abierto la puerta a aprobar por decreto el aumento a los funcionarios pactado con los sindicatos. El titular de Hacienda aseguró que España puede vivir con presupuestos prorrogados, pero es evidente que con efectos negativos, por ejemplo sobre la inversión pública, y con una menor garantía de estabilidad política. Por el momento no hay consecuencias graves porque la prima de riesgo ha caído esta semana a mínimos y Moody´s ha subido la calificación crediticia del Reino de España, pero€

Y la causa de la parálisis presupuestaria está en el conflicto catalán -que no parece camino de encarrilarse a corto- y que se está convirtiendo no ya en la piedra sino el pedrusco en el zapato de Rajoy. Ya está claro que el PNV no votará los presupuestos mientras no se levante el 155. Y los buenos resultados de C´s en las elecciones catalanas han llevado a que el partido de Rivera suba sus exigencias. Ahora se trata de elevar la voz ante el PP para lograr el posible "sorpasso" en la derecha al que apuntan algunas encuestas y del que hablé la semana pasada. Bastaba ver la contundencia -el domingo en La Sexta- con que Juan Carlos Girauta, portavoz de C´s, puso como condición imprescindible la dimisión de la senadora popular Pilar Barreiro para que se retomara la negociación presupuestaria, para concluir que las relaciones Rajoy-Rivera han saltado del estadio de socios desconfiados al de fieros competidores.

Y la sombra de la corrupción de la "Gürtel" aumenta la inquietud del PP. La confesión de Ricardo Costa, antiguo secretario general del PP valenciano, de que el partido se financiaba con dinero negro y que las órdenes venían de Paco Camps, presidente de la comunidad, han sido un mazazo. La confesión es cuidadosa porque asegura que la práctica no tuvo la aprobación -aunque tampoco el veto- de Luis Bárcenas, el entonces tesorero nacional. Pero Camps fue un estrecho aliado de Rajoy en la batalla interna del PP del 2008, contra Esperanza Aguirrre y el propio Aznar, que por cierto cada día parece más tentado de poner su discutible peso político a favor de Albert Rivera. Y Aznar aún es el héroe de la derecha del PP.

El Gobierno está mucho peor de lo que se podía prever antes de las vacaciones del 2017. Pero tiene tiempo por delante para mejorar (también para empeorar). Y la economía es su válvula de seguridad. Dicen que las penas con pan son menos y creciendo por encima del 3%, casi un punto más que la zona euro en el 2017, y con una creación de 490.000 empleos en el pasado año, Rajoy cree que sobrevivirá a la tormenta. Como otras veces.