Desaparecen, o van claramente a menos, los calendarios de colgar, los gorriones, las agendas de papel (antes común regalo navideño de empresa), las abejas y los casquetes de hielo en los polos. ¿Hay relación causal entre esos fenómenos o son fruto de una conspiración universal?. Por deformación profesional debo creer que hay una desaparición unificante, la reducción del censo de palabras en uso, que ha dado lugar a que cada vez se hable más pero cada vez se diga menos. ¿Cómo se relaciona la paulatina desaparición de las palabras con el resto de procesos? Podría decirse que con la reducción de palabras se achica el dominio humano sobre el mundo nombrado, que se nos va de las manos, y también la conciencia crítica, en la que está la capacidad para rectificar la dirección cuando vamos al precipicio. Cuántas abejas desaparecen por palabra perdida ya es más difícil de calcular.