De todas las cosas que debemos saber hay una nueva: en Málaga tenemos 2.300 cotorras. Ya hay censo cotorril. Ya tenemos una curiosidad satisfecha. A veces, transitando por el Paseo del Parque uno las oía, como las oía en otros puntos de la ciudad y se preguntaba, ¿cuántas serán?, ¿a qué dedicarán el tiempo libre?, ¿tendrán escrituradas sus palmeras?, ¿comerán de todo?, ¿habrán firmado un tratado de buena vecindad con los gorriones?, ¿tal vez un pacto de no agresión con las palomas? Por cierto, ¿cuántos gorriones y palomas tenemos? Uno apuesta a que en esta ciudad hay más seres alados que ápteros, pero de malagueños que vuelan sólo tenemos el censo de las cotorras, que todas ellas juntas, 2.300, podrían formar un municipio de buen tamaño, municipio que inclusive si sus habitantes fuesen laboriosos y con empuje y orgullo de pertenencia hasta podrían fundar una Mancomunidad y gobernar a pueblos vecinos o adyacentes. Ciudad cotorra.

Las cotorras han venido de Argentina y de otros puntos del globo. Se ve que la promoción de la ciudad en los circuitos turísticos ha tenido mucho éxito. Lo mismo se asoman de vez en cuando al Museo Ruso o al Picasso. Ya desde aquí lo decimos muy en serio: falta un museo ornitológico en esta ciudad llena de pájaros. Entre las cotorras no todo es bonhomía y qué verdes y qué bonitas y qué alegre canturrear. También las hay de las llamadas Kramer, que es como un nombre o apellido de gente que está divorciándose todo el rato.

Las Kramer contra Kramer son 72 (joder, vaya tino contando) y están clasificadas entre las cien especies invasoras peores del mundo. O sea, que nos tienen engañados. Seguramente se camuflan entre las normales y las convencionales y se dedican a hacer putaditas, o sea, a comerse las cosechas (no pocas practican excursiones al Valle del Guadalhorce) y a cantar vaya usted a saber qué. Lo mismo sus cantos tienen letras contra usted y contra mí, letras con chanzas o mofas. Contra nosotros, que no somos otra cosas que pacíficos viandantes que vamos a tomar un vermú, a comprar el pan, a abrazar a un amigo o a llevar al zagal a los columpios sin meternos con nadie.

Eso por no contar la de siestas que interrumpen. A una siesta interrumpida por cotorra son 2.300 siestas menos y, oiga, eso se nota en el (mal) humor de la gente. A la gente es que le quitas la siesta y van como locos. Los días bisiestos son días en que te echas dos siestas.

Ya lo saben. Cotorras. Son 2.300 según un estudio encargado por el Ayuntamiento de Málaga a investigadores de la Universidad de Málaga y del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, que tienen un gran mérito y una entrevista. Ahí es nada: contar cotorras. Cómo te ha ido el día, bien, he contado 326 cotorras, menos mal, ayer fue un día mucho peor, sólo contamos 123. Y en ese plan. Plan cotorra.