Nunca en la historia ha habido tanto cocinero por mil habitantes. Una masa enorme de gentes, jóvenes y niños en gran parte, que hasta hace nada querían ser artistas, ahora quieren ser cocineros para canalizar su arte. Las cocinas, que eran como las calderas del buque, son ahora puente de mando. Una cocina de elite no es un templo, sino el sancta sanctorum de un templo. Bien, mientras esto ocurre, nunca ha comido peor la gente. No es asunto de cantidad o calidad, es de gusto. La gente come basura a puñados a todas horas, envilece su cuerpo, lo engorda fuera de todo control, daña las vísceras, llena la sangre de barro, desequilibra el metabolismo, enferma de un montón de cosas, pero sigue comiendo basura sin tasa. Mamás y papás son impermeables a las campañas, y meten a sus hijos lo peor. Esta adicción masiva combinada a las artes culinarias y a la comida basura es un misterio.