El otro día me dejaron en la mesa un calendario de papel, de esos con anillas, que se quedan de pie y que antes se veían por doquier en las oficinas. Lo tiré. Ya tengo calendario en el móvil, en el ordenador, en la tablet, en el reloj. No quiero más calendarios. Además de que pienso que está algo sobrevalorado saber en qué día vive uno. Yo soy muy de vivir en viernes cuando es lunes o de empezar el fin de semana en martes. Los domingos trabajo. Me convienen mucho los festivos que en mi interior no lo son, así me pongo a escribir, a planchar y a vivir, no como en los festivos de verdad (en mi interior y en el exterior) que salgo a la calle con corbata nueva y luego no sé qué hacer, así que no hago nada y ensucio una corbata, dado que nunca he logrado tomar café con corbata sin mancharme. Podría ponerme corbata y no tomar café, pero iría sonámbulo y descafeinado. Elegante, eso sí.

Tiré el calendario y me sentí algo despiadado, como un asesino de cosas. Hala, no vales, a la basura. Eso hice. Eso hará alguien con uno, tal vez, algún día. En mi decisión de tirar el calendario influyó, seamos sinceros, la fealdad del mismo. Era de una de esas organizaciones que lo mismo salvan vidas que invierten en putas.

Ilustrado con pésimo gusto, con un paisaje que queriendo ser bucólico era como agreste, sin gracia. Si hubiera sido un calendario de alegres motivos cubistas o con ilustraciones infantiles o simpáticas o con el rostro de un bello ser humano de cualquier sexo a lo mejor lo habría indultado. Pero no. Fui implacable. Como un delantero con picor de escroto a la hora de tirar un penalty. Quiero decir, que lo tiré con fuerza. Con algo de rabia y hasta rencor también. Y me quedé tan feliz y complacido. Me quedé sin calendario, que a lo mejor es como quedarse sin tiempo.

Descronometrado. Sin calendarizar. Sin planificar. Fue un instante sin tiempo. O un tiempo sin instantes. Un tiempo fuera de tiempo.

El calendario estará en la basura, que es a veces donde está mi tiempo. Y es eso, basura, lo que algunos a veces creen que vale mi tiempo. Y el suyo. «El tiempo es el mejor autor; siempre encuentra el final perfecto», dijo Charles Chaplin.

Por mi parte, no tengo todo el día. No tengo ganas ni tiempo, ni calendario. Bueno, eso fue ayer. Tal vez hoy sí lo tenga. Hoy es domingo. O es lunes o jueves, como usted prefiera. Bueno, quiero decir que es un día más, hombre ya, que no sé ni en qué día vivo. No tengo ni idea. Ni fecha en el calendario.