El mito futurista del ordenador que al final deja de cumplir órdenes y nos ordena, o de la rebelión de los robots, es un escapismo para eludir lo que de verdad ocurrirá, una fácil profecía porque está pasando: que la mente humana verá cómo se atrofian sus funciones propias, por pura dejadez. Se empieza perdiendo capacidad crítica, se sigue con la sustitución del análisis por la información precocinada, se pierde la visión de aquella realidad que no llegue a través de pantallas, y al final el cerebro estará casi de sobra. A fin de cuentas pensar cuesta trabajo, consume energía, exige voluntad, y si otro lo hace se impondrá el ahorro. Encima la inercia de cuando en el pasado se pensaba para algo meterá en los circuitos pensamiento inútil, una especie de grasa neuronal, parecida al colesterol, que acabará de embutirlos. Una vez secos de toda idea, el cambio climático nos dejará fritos.