En esta época a Málaga se le despiertan rincones que durante el año permanecen dormidos. La Cuaresma es esa fecha en la que salen del letargo algunas figuras. Si bien es cierto, viven durante todo el año. Estos rincones cuentan con un público fiel, pero indudablemente su temporada alta viene con los picos de fervor: Navidad y Semana Santa.

Uno de estos lugares es un oasis en medio de un centro turístico y difícil de vivir. Lleva tantos años ahí, incólume, que para muchos pasa desapercibido. El local, coqueto y bien cuidado, es un regalo para los sentidos. Frente a la colonización terracil, Puerta Oscura mantiene su sabor añejo con una decoración aderezada con exposiciones temporales de temática cofrade (en estas fechas) o belenísticas (cuando le toca).

Debe de ser el último reducto de esa antigua cantidad de bares donde tomar una copa sin un ambiente gritón y desagradable. Se mantiene como esa aldea de los galos en mitad del avance romano. Tiendas de souvenirs, macroestancos, franquicias, hamburguesas, pasta€ y Puerta Oscura.

Se agradece, de cuando en cuando, sentarse y parar el reloj de los agobios diarios. Mirar el cortinaje o simplemente escuchar la música, siempre cuidada, mientras se dejan pasar los minutos en silencio junto a un buen amigo. No hace falta mucho más.

Por eso, en esta Cuaresma que ha comenzado con un Vía Crucis sencillo, humilde y con mesura, será buena cosa vernos algún fin de semana y brindar, sin armar mucho escándalo, por un año más disfrutando de la primavera cofrade en Málaga.