La forma del agua (filme que, si las acusaciones de plagio de la historia no lo impiden, arrasará en los Oscar) se considera un cuento de hadas, pero hay dos dentro de la película: el del sueño americano, que gira simbólicamente alrededor de un Cadillac maravilloso, y el de los restos biológicos que ese sueño va dejando a su paso, que gira simbólicamente alrededor de un monstruo acuático. Es un arriesgado canto a la diferencia, claro, y no hay piedad en el vapuleo al sueño americano, pero para ser completamente honrados deberíamos asumir que todos, más o menos, hemos comprado ese sueño, o sus réplicas en la periferia del sistema, por lo que, al final, estamos haciendo, sin querer, arqueología de nuestro modo de vida y nuestro estado de conciencia. Incluso la necesidad imperiosa de ponerse del lado del monstruo, para sanear un rato esa conciencia, forma parte del sueño americano.