En el año en el que se celebra el 40º aniversario de nuestra Constitución, y cerca ya del 40º aniversario de las primeras elecciones andaluzas, el balance de estos años de autonomía real no es brillante, no está a la altura de los grandes retos que tiene nuestra región en educación, formación y empleo, en innovación y emprendimiento, y en salud y políticas sociales.

Es cierto que podemos decir que tenemos mejores infraestructuras, mejores autovías, la alta velocidad ferroviaria conecta muchas ciudades andaluzas, entre sí y con el resto de España, y contamos con mejores aeropuertos. No en vano, España está en Europa desde 1986 y eso ha permitido a Andalucía participar -por ser precisamente una región bastante menos desarrollada que el promedio europeo-, de fondos europeos tanto de cohesión como de Fondos Feder. Aun así, lo que es evidente es que las interesantísimas posibilidades que el Fondo Social Europeo (FSE) nos ha dado en una materia tan social como es la formación para facilitar el empleo han sido muy desaprovechadas, muy poco utilizadas, incluyendo en esta referencia los cinco largos años que nuestra región ha estado privada de fondos para la formación por la mala gestión del gobierno autonómico.

Por otra parte la autonomía en estos años ha demostrado una vocación centralista absolutamente equivocada, que ha producido una autonomía muy costosa, con excesiva plantilla, con una lentitud enorme en la toma de decisiones, y equivocándose al no pasar a los ayuntamientos las competencias que por un principio tan obvio como el llamado principio de subsidiaridad, se debe practicar y se practica en Europa. Todo lo que los ayuntamientos sean capaces de hacer lo deben hacer los ayuntamientos y no la autonomía. Eso hubiera supuesto una estructura mucho más ágil, menos costosa y mucho más cercana al ciudadano y, por tanto, fortalecedora de la democracia.

Ese es uno de los grandes errores cometidos en estos años y siempre se está a tiempo de rectificarlo. Se ha desaprovechado la capacidad de las ciudades. Y a pesar de ello las ciudades nos hemos esforzado en conseguir para nuestros vecinos objetivos y resultados.

En el caso de Málaga son muy claros en materia cultural, de innovación, de inclusión social, y en materia de compromiso medioambiental inclusive, que aun así debieran haber sido resueltas por la Junta de Andalucía por ser competencias autonómicas y no locales. Y lo hemos hecho porque la gente nos lo pide, espera que lo hagamos, porque nuestro Plan Estratégico prevé esas líneas de trabajo, y porque los vecinos quieren que la ciudad avance, progrese, sea ciudad de referencia y produzca oportunidades para el empleo.

Ese es el marco de reflexión en el cual creo que podemos hablar en este día de Andalucía de año 2018.

Hay un dato muy expresivo. En Andalucía ha bajado la renta per cápita comparada en porcentaje con la europea. Quiero recordar que a principios de este siglo, en el año 2001, estábamos en el 68% y al cabo de quince años estamos en el 66%, en 2015, alejándonos del promedio europeo, justamente lo contrario de lo que habría que hacer que es converger con el promedio de Europa.

En el otoño pasado, era la propia comisaria de Política Regional de Unión Europea, Corina Cretu, la que alertaba del estancamiento en las regiones en transición como Andalucía. En conclusión, seguimos siendo vulnerables a los envites de la globalización y los vaivenes de la economía.

Esa debe ser la gran reflexión que tenemos que hacer en este año. Cómo actuar, cómo hacer las cosas desde el ámbito regional, desde el ámbito local y desde toda la sociedad andaluza para aprovechar la potencialidad que tiene nuestra tierra, que tiene nuestra gente, y ofrecer esas oportunidades que esperan los andaluces y las andaluzas. Oportunidades y esperanzas que estaban en el sueño autonómico de los años setenta y siete y ochenta, y en el comienzo de la autonomía.

Eso es lo que deseo, en definitiva, transmitir con estas reflexiones. La necesidad de practicar el sentido de responsabilidad y de promover el estímulo para trabajar bien, coordinadamente, con lealtad institucional y con urgencia, entre todos, y con la colaboración público-privada que es fuente de eficacia.

Hoy debemos renovar todos, con más ilusión que nunca, el compromiso de trabajar incansablemente por Andalucía, en nuestro caso a través del esfuerzo a favor de Málaga, poniendo siempre el servicio al bien común y al interés general por encima de cualquier diferencia de criterio de tipo político.