Por mucho que algunos y algunas pretendan adueñarse de ellas, las manifestaciones del jueves no eran un asunto de partido, eran de todos y todas.

Como cualquier tema universal, el de la mujer sólo puede ser defendido de una forma transversal. Por eso nos dimos cita cientos de miles de personas de diferente ideología y pedimos al unísono más valoración y respeto.

En definitiva más consciencia.

Todos compartimos un mismo ideal: que la mujer se iguale al hombre en deberes y derechos. No sólo sobre el papel, también en la práctica del día a día. No sólo en temas de conciliación laboral y familiar, que por supuesto, sino también potenciar que haya más mujeres en los puestos de responsabilidad, que desparezca la injusta y absurda brecha salarial, además de que se tomen medidas útiles para frenar el abuso y el maltrato en todas sus formas.

La calle se llenó de carteles con frases provocadoras como «yo no salí de tu costilla, tú saliste de mi coño», o «el patriarcado me da patriarcadas», o «Manolo hoy te haces la cena tú solo». Pequeñas bofetadas escritas a mano tal vez con el ánimo de crear un impacto, a mi parecer innecesario porque no creo que la descalificación aporte nada constructivo. Más bien puede provocar el efecto contrario y crear un fuerte rechazo.

A lo largo de toda la jornada las redes sociales se llenaban de chistes que mostraban los supuestos primeros efectos de la huelga. Vídeos de hombres perdidos en sus casas barriendo o tratando de encender un aspirador como si de un motor, de un generador o de una sierra eléctrica se tratara. El humor sirve de bálsamo regulador pero no dudo que algunos hombres se pudieran sentir algo ofendidos.

Es bien cierto que aunque ha habido avances incuestionables ahora estamos instalados en un cierto estancamiento que no podemos permitirnos como sociedad moderna que somos. Por eso estaba más que justificado gritar que estamos hartas de que no se nos escuche ni se nos reconozca todo lo que merecemos y que pidiéramos al Gobierno una vez más que esté a la altura de nuestras verdaderas necesidades como mujeres y madres.

Porque es cierto que si «nos paramos nosotras, el mundo se para». Y no es una amenaza, es una realidad como un templo.

No soy anticapitalista pero sí creo que nuestro sistema debe evolucionar hacia una mayor consciencia para salvar al planeta y a su gente. Eso es lo verdaderamente importante y todo lo que hagamos debería ir encaminado en esa dirección. Cuanto más unidos estemos en esta idea, más fácil será solventar los retos a los que nos enfrentaremos en el futuro.

Pero no olvidemos que todos y todas estamos en el mismo barco. La sociedad y el gobierno debe escuchar y proteger a las víctimas, y a la vez encargarse de denunciar y reeducar a sus maltratadores.

No debemos dejar de luchar hasta que los niños estén a salvo y aquí sí no hay distinción de género posible. El maltrato infantil es la parte más siniestra del maltrato a las propias madres, cuyos hijos son su punto débil.

En la manifestación a la que asistí vi también a muchos hombres sensibles que reconocen la labor de sus propias mujeres, madres, hermanas, hijas y amigas. Y que dan también fe de sus múltiples batallas.

Pero la forma de explicar las cosas es tan importante€ No creo en un feminismo agresivo que incrimine o descalifique al hombre por ser hombre. Es un gran error caer en la revancha. O hacer sentir a los hombres, en general, como los malos de la película. Ser hombre no tiene nada de malo de por sí. Los hombres buenos son una bendición y lo digo yo que tengo dos hijos. Son las malas acciones las que se ponen en cuestión en cada momento.

Ser mujer, en ningún caso significa comerse al hombre o hacerle de menos. Todo lo contrario, debemos formar el mejor equipo posible para que nuestra sociedad prospere.