La ironía es modo retórico de alta tecnología, que pide sutil manejo. Si explicas más de lo justo la intención la arruinas, y si la dejas muy velada alguno no la pilla. Tras ver que alguien se ha dolido por mi petición de retirada de una estatua de Augusto, por esclavista y victimario de los pueblos del Norte, al igual que hizo Colau con la del Marqués de Comillas, caigo en mi torpe manejo de la tecnología de marras, y miro cómo arreglarlo. ¿Aclaro que me parece bárbaro, o, peor, tonto, retirar estatuas (salvo si aún viven las víctimas o sus deudos), y que la propuesta de hacerlo con la del romanizador del Norte era reductio ad absurdum, o lo dejo estar, quedando yo mismo de tonto? 25 años saliendo cada día a la carretera, sin dejar uno (salvo Navidad, Año Nuevo y Sábado Santo), aumenta el riesgo estadístico de siniestro, me digo, y quedar de ironista torpón siempre es cura de humildad.