Los latigazos de una profunda borrasca atlántica, bautizada con el nombre de Félix, como el que fuera nuestro convecino, Félix Bayón, llegaron el pasado fin de semana a la Península Ibérica. Algunos melómanos marbellíes se preocuparon, pues el sábado 10 de marzo se esperaba con impaciencia el concierto del Dúo Zenaty-Kasik. Sería como siempre en el Hotel Meliá Don Pepe. Los dos grandes maestros, el violinista Iván Zenaty y el pianista Martín Kasik, habían llegado a Marbella unas pocas horas antes. Se alojaron en la casa de unos miembros de la asociación.

El maestro Zenaty custodiaba celosamente su Guarneri, un ´Giuseppe del Gesù´ llevado al cielo de los violines perfectos en Cremona en 1740. No en vano es éste un tesoro de incalculable valor, del que el maestro Zenaty es titular; gracias a la generosidad de la Fundación Armonia de Nueva York. Todo lo que ocurrió esa noche es ya parte de la leyenda de Marbella.

Como no podía haber sido de otra forma, las borrascas concedieron una amable tregua en esa tarde del sábado. Los amantes de la música de la famosa y muy internacional asociación marbellí (ya muy cerca del medio siglo de vida y bajo la presidencia de honor de Plácido Domingo) pudieron llegar al salón del concierto con la climatología apacible que tradicionalmente se asocia con la famosa ciudad andaluza. La presidenta de la asociación, Yolanda Galeras, tan querida como admirada, había organizado el concierto como un homenaje a S.A.R. el príncipe Bagrat de Bagration y Baviera, Príncipe de Georgia y vinculado a la Familia Real española, como primo en segundo grado de nuestro Rey Emérito Juan Carlos I. El príncipe había fallecido recientemente en Marbella. Presidía el homenaje su viuda, la princesa Françoise de Bagration. Pronunció las solemnes palabras de ofrecimiento del homenaje el conde Rudolf von Schönburg. Para sus innumerables amigos marbellíes, el conde Rudi. Al que acompañaba su esposa, la princesa María Luisa de Prusia. En el muy cuidado programa del concierto, pudimos leer estas palabras, salidas de la pluma y del corazón de la princesa Françoise y dedicadas a su esposo:

«Mi marido es un hombre que durante toda su vida prefirió la discreción y veló por no molestar. Al tomar para sí tan poco espacio, no hubo un hombre mejor en la tierra. Poseía una inteligencia brillante, capaz de pasar de un tema a otro. Él siempre iba hacia los más humildes. Y solo puedo amarle, deseando que él ocupe su lugar en la historia. He tenido la inconmensurable felicidad de conocer a este hombre extraordinario. Para mí fue un privilegio el poder vivir a su lado».

El público aplaudió, emocionado, al final de aquella noche inolvidable. También lo hicieron unos deslumbrados y jovencísimos marbellíes, alumnos del Conservatorio de Música de Marbella. Ellos nos permitieron, como invitados de honor, con su presencia junto al estrado donde oficiaron los dos maestros, evocar una de aquellas veladas musicales de la antigua corte habsbúrgica.

Después del concierto (tres sonatas excelsas de Bach, Brahms y Beethoven) los comentarios del público fueron unánimes: coincidían en que acababan de presenciar uno de los mejores conciertos de la larga y en muchos aspectos heroica historia de la Asociación de Amigos de la Música de Marbella.