Mezclar política y Semana Santa suele ser mal negocio. Pero lo cierto es que política, hoy en día, es todo. Digo esto por las críticas que se han desatado contra algunos ediles del Ayuntamiento, entre ellos Juan Cassá y afiliados de Ciudadanos, por el hecho de acudir a traslados, procesiones de vísperas y desfiles penitenciales de entidades nazarenas agrupadas y hacerse la correspondiente foto tocando el martillo. La verdad es que a mí esto no me parece tan grave. O no debería serlo. Lo hace el alcalde, Francisco de la Torre, y lo replican otros ediles de su equipo de gobierno; lo hicieron los socialistas cuando María Gámez dirigía el grupo municipal, y lo harán el actual portavoz, Daniel Pérez, y Salvador Trujillo, cofrades de pro; lo hizo Pedro Moreno Brenes, ese faro moral que tanto alumbra estos días a la ciudad, ahora que la oscura mediocridad de algunos de nuestos representantes nos ahoga en un mar de luces de Navidad y retrasos de licencias urbanísticas. Y lo hacen, por qué no, Cassá y los suyos, que, por cierto, han inyectado un buen dinero en las arcas cofrades. No sé si eso está bien o mal. Pero, ¿si la foto se la hace el alcalde está bien y si va Cassá, no? Pues no lo sé. Saquen ustedes sus propias conclusiones, pero parece hipócrita que las cofradías, hoy por hoy el bastión asociativo más importante que tenemos en la ciudad una vez que las peñas son ya sólo refugio de ecos festivos pasados, llamen a los políticos para que asistan a todo tipo de eventos a lo largo del año, sobre todo en Cuaresma, y luego los puristas y amigos de la mística se quejen de que están demasiado presentes cuando llega el día grande. Política, como digo, es todo. Y la Semana Santa también lo es. Por supuesto, toda crítica es legítima. Incluso las que pueda recibir por este artículo, pero si lo que se quiere es separar cofradías y vida pública a lo mejor lo que habría que hacer es no llamar nunca a los concejales, no golpear su puerta para la cesión gratuita de suelo con el fin de edificar casas de hermandad o suplicar ayudas. Y, si se hace, pues el pago de esa ayuda es la foto. Estos días, he hablado con alguno de esos representantes públicos y se han sentido heridos por las críticas, desde mi punto de vista algo puristas, de algunos amigos de la mística que han tomado nuestra Semana Santa. Lo peor de todo es que muchos de estos mismos cofrades que se rasgan las vestiduras por la presencia de políticos en procesiones y traslados, al dar la vuelta a la esquina más próxima, llaman al concejal de turno para ver si les echa una ayudita, que el dinero para patrimonio siempre es escaso. En los próximos meses va a haber movimiento en este tema, ya que un grupo político baraja presentar una propuesta de ordenanza que iguale y ordene las ayudas. Mientras tanto, que los políticos, los que quieran, acudan a donde les venga en gana y den tantos golpes de campana como quieran. A mí lo que me preocupan son las procesiones, no quien va a verlas.