Si quieren un bulo de los de catálogo, ahí tienen el del africano infartado en Lavapiés mientras no era perseguido por la policía. Imposible hallar otro ejemplo mejor para explicar la manipulación de los hechos y de cómo se engendran las llamadas fake news, no sólo a través de las redes sociales sino también de las agencias de noticias. El problema, en este caso, es que el bulo, reiterado y amplificado durante al menos veinticuatro horas, acarreó graves disturbios en el barrio madrileño. La primera teoría falsa difundida fue que el joven mantero senegalés falleció tras ser hostigado por los policías, se llegó a decir incluso que dos de ellos le habían perseguido en una motocicleta. Seguidamente la autopsia reveló que tenía una enfermedad congénita en el corazón. Pero así todo el bulo siguió creciendo, alentado por los concejales de Ahora Madrid que acusaron al capitalismo de cobrarse una víctima en vez de referirse a la genética. Todavía hoy, casi una semana después, Podemos hace uso de la agitación social subsahariana para prender la hoguera, insistiendo en la persecución de los manteros que venden falsificaciones para poder subsistir. Ni la demagogia persecutoria ni la despenalización de los productos falsos son la raíz del problema de estos infelices abocados a la explotación, pero los populistas prefieren tomar el rábano por las hojas. Alrededor del bulo sobre el mantero se han ido levantando otras falsedades como la instigada por el PP de centrar exclusivamente la culpa en Podemos y las redes sociales, cuando el rumor fue difundido por las propias agencias informativas. Una de ellas citó como fuente a la Jefatura de Policía. La falsificación en cadena, como los bolsos del top manta.