Muere Sudán, el último rinoceronte blanco en estado salvaje. Tenía 45 años, que es mucha edad para un rino. Los veterinarios le practicaron la eutanasia en Kenia. Sufría, y cuando la cosa no se puede mejorar lo mejor es facilitar el tránsito. Pero hay un problema. Los intentos de reproducción en zoológicos no están yendo bien. El viejo Sudán era el último macho de su especie y sólo quedan vivas dos hembras.

Sudan quienes participan en manifestaciones mayoritarias a pesar del frío. La tribu abriga, pero puede asfixiar. Son muchas las razones del sentido de pertenencia. Somos animales sociales desde primates. Pasadas decenas de miles de años de los primeros humanos, el sapiens actual se aferra a la tribu por muchas razones, todas cercanas a aquellas primeras genéticas y de protección. El puesto de trabajo, por ejemplo, ata mucho. Se da más en las formaciones políticas. Luego están los fanatismos deportivos. Ahí algunos hacen lo que sea, incluso agreden, para reafirmarse y sentirse alguien en el grupo. Sudan asfixiados, pero ahí sobreviven.

La extinción es un asunto relevante. Lo podemos constatar ahora que se habla tanto de la Cueva de Ardales, en la provincia de Málaga. La de Ardales, junto a otras dos cuevas españolas, ha probado la teoría de que los neandertales -a más de haberse cruzado con sapiens- no eran grandes monos con menos pelo que andaban de pie y sólo sobrevivieron hasta el colapso de su extinción por su falta de capacidad evolutiva, a diferencia del favorecido homo sapiens. También desarrollaron manifestaciones artísticas y pensamiento abstracto. Lo que corroboran las representaciones con trazos reconocibles y las pinturas parietales datadas de hace más de sesenta mil años en esas cuevas.

No sólo las especies animales catalogadas científicamente se extinguen. También las especies morales y culturales. Sudán fue el último macho de rinoceronte blanco en trasegar su imponente y acorazado corpachón por las llanuras de África, incorruptiblemente libre y soberbio en su estampa formidable. De entre quienes sudan en las multitudinarias manifestaciones -con más razón que un santo- por la dignidad de los jubilados, o en las que claman por la injusta brecha de género, o en las que piden la consolidación de la prisión permanente revisable, por poner algunos ejemplos que estos días hacen hervir la calle, también corren algunos el riesgo de extinguirse ante la presión tribal de las banderas y las siglas. Son ciudadanos que, al margen de su legítima condición de votante cuando toca, consideran que sus reivindicaciones y otras de sentido común (como la de consensuar por fin una Ley de Educación que no sufra los vaivenes partidistas, ahora que también se habla, y se guerrea, acerca de la respuesta del TC acerca de la Ley Wert) no deben servir a nadie como argumento electoral sino servir a todos como sociedad. Resisten, pero sudan como Sudán.