¿Eres un robot? Me lo preguntaba esta mañana una nueva aplicación del ordenador. Puse en la cuadrícula que no, aunque hubiera querido añadir: «no se preocupen ustedes, que todo se andará». Por cosas así, recuerdo casi todos los días el aguafuerte mágico de Goya. La famosa estampa. La que proclama que el sueño de la razón produce monstruos. Aguatinta sobre papel verjurado, el número 43 de la serie de los 80 grabados en estado de gracia. Los que conocemos como los Caprichos del maestro don Francisco de Goya y Lucientes.

En la estampa enjambres siniestros sobrevuelan la figura inerte del pintor que duerme. Ahora son diferentes los monstruos de las tinieblas, siempre al servicio de aquellos a los que debemos no pocos de los horrores que nos asedian. La letanía se hace interminable. Comprendo al profesor y premio Nobel Paul Krugman. También comprendo su cansancio. Y su santa indignación. No creo que sea fácil el sentir con tanta frecuencia la náusea recurrente y la consternación que suelen producir el caudillo/magnate Donald Trump y sus comilitones. Las prietas filas de las cohortes del ala más tóxica del otrora GOP, el Partido Republicano. Es obvio que ellos son las termitas que amenazan al edificio de civilizados principios y valores democráticos que levantó aquella gran República del otro lado del Atlántico.

El 11 de marzo pasado publicaba Krugman su último artículo, inspirado por la todavía frágil primavera anunciada por los últimos éxitos electorales del Partido Demócrata norteamericano. En realidad los necesitamos a todos ellos más que nunca. Pues no dejan de ser éstos los únicos destellos de luz -además de la última línea de defensa- que hemos tenido en un año tan peligroso como siniestro. Le cedo la palabras al maestro: «Pero debo admitir que si bien es muy alentador que el electorado estadounidense empiece a espabilar, también me pone nervioso. La historia dice que los republicanos no van a cambiar de rumbo, porque nunca lo hacen. Se limitarán a buscar distracciones mayores. Y dado que todos los que mostraban un mínimo sentido de la responsabilidad se han ido del Gobierno de Trump, hay que preguntarse qué será lo siguiente. En particular, los regímenes en problemas -como, por ejemplo, la Junta militar argentina en la década de 1980- intentan a menudo atraer a la población con un peligroso aventurerismo en política exterior. ¿Están seguros de que Trump no seguirá esa senda? ¿Realmente seguros?»

Hasta aquí el maestro Krugman. En su reciente y espléndida biografía de George Orwell, citaba su autor, D.J. Taylor, las palabras de George Bowling, un personaje de 1984, la última obra de Orwell, ya en las puertas de su muerte: «Creo que estás equivocado. El viejo Hitler es algo muy diferente. Igual que Joe Stalin. No son ellos como aquellos tipos que en los viejos tiempos crucificaban a la gente y les cortaban las cabezas y tantas otras cosas, porque aquello les divertía. Éstos buscan algo completamente nuevo -algo que hasta ahora nunca se había visto». Una vez más Orwell fue profético. Como Aldous Huxley en su Brave New World Revisited. Es obvio que los tiranos actuales tienen ahora fórmulas y herramientas que sus antecesores jamás hubieran podido imaginar.